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Una breve historia de casi todo

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ya los efectos <strong>de</strong> Tambora. Se habían esparcido por la atmósfera 240 kilómetros<br />

cúbicos <strong>de</strong> ceniza humeante, polvo y arenilla, que oscurecían los rayos <strong>de</strong>l Sol y<br />

hacían que se enfriase la Tierra. Las puestas <strong>de</strong> Sol eran <strong>de</strong> un colorido insólito pero<br />

empañado, algo que captó memorablemente el artista J. M. W. Turner. Aunque él<br />

no podría haberse sentido más feliz, el mundo se hallaba cubierto en su mayoría por<br />

un sudario oscuro y opresivo. Fue esa penumbra sepulcral lo que indujo a Lord<br />

Byron a escribir esos versos que hemos citado.<br />

Ni llegó la primavera ni calentó el verano: 1815 pasaría a conocerse como el año sin<br />

verano. No crecieron los cultivos en ninguna parte. En Irlanda, una hambruna y una<br />

epi<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> tifus relacionada mataron a 65.000 personas. En Nueva Inglaterra, el<br />

año pasó a llamarse popularmente Mil Ochocientos Hielo y Muerte. Las heladas<br />

matutinas duraron hasta junio y <strong>casi</strong> ninguna semilla plantada creció. La escasez <strong>de</strong><br />

forraje hizo que muriese mucho ganado o que hubiese que sacrificarlo<br />

prematuramente. Fue en <strong>todo</strong>s los aspectos un año horrible <strong>casi</strong> con seguridad el<br />

peor <strong>de</strong> los tiempos mo<strong>de</strong>rnos para los campesinos. Sin embargo, a escala mundial<br />

la temperatura <strong>de</strong>scendió menos <strong>de</strong> 1 °C. Como los científicos apren<strong>de</strong>rían, el<br />

termostato <strong>de</strong> la Tierra es un instrumento extremadamente <strong>de</strong>licado.<br />

El siglo XIX era un periodo frío. Europa y Norteamérica llevaban ya doscientos años<br />

experimentando lo que ha llegado a llamarse Pequeña Edad <strong>de</strong>l Hielo, que permitió<br />

<strong>todo</strong> tipo <strong>de</strong> activida<strong>de</strong>s invernales que hoy son imposibles (ferias sobre el hielo en<br />

el Támesis, carreras <strong>de</strong> patines en el hielo por los canales holan<strong>de</strong>ses). En otras<br />

palabras, fue un periodo en que la gente tenía el frío mucho más presente. Así que<br />

tal vez podamos excusar a los geólogos <strong>de</strong>l siglo XIX por tardar en darse cuenta que<br />

el mundo en el que vivían era, en realidad, templado y agradable comparado con<br />

épocas anteriores y que gran parte <strong>de</strong> la tierra que les ro<strong>de</strong>aba la habían mol<strong>de</strong>ado<br />

unos glaciares trituradores y un frío que podría dar al traste hasta con una feria<br />

sobre el hielo.<br />

Sabían que había algo extraño en el pasado. El paisaje europeo estaba plagado <strong>de</strong><br />

anomalías inexplicables (huesos <strong>de</strong> reno ártico en el cálido sur <strong>de</strong> Francia, rocas<br />

inmensas plantadas en sitios inverosímiles...) y los científicos solían proponer<br />

soluciones imaginativas pero no <strong>de</strong>masiado plausibles. Un naturalista francés<br />

llamado De Luc sugirió, para explicar la presencia <strong>de</strong> rocas <strong>de</strong> granito en lo alto <strong>de</strong>

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