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Una breve historia de casi todo

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para hacerlos. Ese joven se llamaba Thomas Hunt Morgan y, en 1904, justo cuatro<br />

años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l oportuno re<strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> los experimentos <strong>de</strong> Men<strong>de</strong>l con<br />

plantas <strong>de</strong> guisantes y todavía <strong>casi</strong> una década antes que gen se convirtiera siquiera<br />

en una palabra, empezó a hacer cosas notablemente nuevas con los cromosomas.<br />

Los cromosomas se habían <strong>de</strong>scubierto por casualidad en 1888 y se llamaron así<br />

porque absorbían enseguida la tintura, eran fáciles <strong>de</strong> ver al microscopio. En el<br />

cambio <strong>de</strong> siglo existía ya la firme sospecha que participaban en la transmisión <strong>de</strong><br />

rasgos, pero nadie sabía cómo hacían eso, o incluso si realmente lo hacían.<br />

Morgan eligió como tema <strong>de</strong> estudio una mosca pequeña y <strong>de</strong>licada, llamada<br />

oficialmente Drosophilia melanogaster, conocida como la mosca <strong>de</strong> la fruta (<strong>de</strong>l<br />

vinagre, el plátano o la basura). Casi <strong>todo</strong>s nosotros estamos familiarizados con<br />

Drosophila, que es ese insecto frágil e incoloro que parece tener un ansia<br />

compulsiva <strong>de</strong> ahogarse en nuestras bebidas. Las moscas <strong>de</strong> la fruta tenían ciertas<br />

ventajas muy atractivas como especímenes <strong>de</strong> laboratorio; no costaba <strong>casi</strong> nada<br />

alojarías y alimentarlas, se podían criar a millones en botellas <strong>de</strong> leche, pasaban <strong>de</strong>l<br />

huevo a la paternidad en diez días o menos y sólo tenían cuatro cromosomas, lo<br />

que mantenía las cosas convenientemente simples.<br />

Morgan y su equipo trabajaban en un pequeño laboratorio (que pasó a conocerse,<br />

inevitablemente, como el Cuarto <strong>de</strong> las Moscas) <strong>de</strong> Schermerhorn, en la Universidad<br />

<strong>de</strong> Columbia, Nueva York. Se embarcaron allí en un programa <strong>de</strong> reproducción y<br />

cruce con millones <strong>de</strong> moscas (un biógrafo habla <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> millones, pero<br />

probablemente sea una exageración), cada una <strong>de</strong> las cuales tenía que ser<br />

capturada con pinzas y examinada con una lupa <strong>de</strong> joyero para localizar pequeñas<br />

variaciones en la herencia. Intentaron, durante seis años, producir mutaciones por<br />

<strong>todo</strong>s los medios que se les ocurrieron (liquidando las moscas con radiación y rayos<br />

X, criándolas en un medio <strong>de</strong> luz brillante y <strong>de</strong> oscuridad, asándolas muy <strong>de</strong>spacio<br />

en hornos, haciéndolas girar <strong>de</strong>mencialmente en centrifugadores), pero nada<br />

resultó. Cuando Morgan estaba ya a punto <strong>de</strong> renunciar se produjo una mutación<br />

súbita y repetible: una mosca tenía los ojos <strong>de</strong> color blanco en vez <strong>de</strong>l rojo habitual.<br />

Después <strong>de</strong> este éxito, Morgan y sus ayudantes consiguieron generar provechosas<br />

<strong>de</strong>formida<strong>de</strong>s que les permitieron rastrear un rasgo a lo largo <strong>de</strong> sucesivas<br />

generaciones. Pudieron <strong>de</strong>terminar así las correlaciones entre características

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