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Una breve historia de casi todo

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<strong>de</strong>l Instituto Karolinska <strong>de</strong> Estocolmo para que no dieran a Avery el premio Nobel.<br />

Avery tenía por entonces sesenta y seis años y estaba cansado. Incapaz <strong>de</strong> afrontar<br />

la tensión y la polémica, dimitió <strong>de</strong> su cargo y nunca más volvió a pisar un<br />

laboratorio. Pero otros experimentos efectuados en otras partes respaldaron<br />

abrumadoramente sus conclusiones y no tardó en iniciarse la carrera para hallar la<br />

estructura <strong>de</strong>l ADN.<br />

Si hubieses sido una persona aficionada a las apuestas a principios <strong>de</strong> la década <strong>de</strong><br />

los años cincuenta, <strong>casi</strong> habrías apostado tu dinero a Linus Pauling, <strong>de</strong>l Instituto<br />

Tecnológico <strong>de</strong> California, el químico más sobresaliente <strong>de</strong>l país, como <strong>de</strong>scubridor<br />

<strong>de</strong> la estructura <strong>de</strong>l ADN. Pauling no tenía rival en la tarea <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminar la<br />

arquitectura <strong>de</strong> las moléculas y había sido un a<strong>de</strong>lantado en el campo <strong>de</strong> la<br />

cristalografía <strong>de</strong> rayos X, una técnica que resultaría crucial para atisbar el corazón<br />

<strong>de</strong>l ADN. Obtendría, en una trayectoria profesional extraordinariamente distinguida,<br />

dos premios Nobel <strong>de</strong> Química en 1954 y <strong>de</strong> la Paz en 1962), pero con el ADN acabó<br />

convenciéndose que la estructura era una hélice triple, no una doble, y nunca<br />

consiguió llegar a dar <strong>de</strong>l <strong>todo</strong> con el procedimiento a<strong>de</strong>cuado. La victoria no le<br />

correspon<strong>de</strong>ría a él, sino a un cuarteto inverosímil <strong>de</strong> científicos <strong>de</strong> Inglaterra que<br />

no trabajaban como equipo, se enfadaban a menudo, no se hablaban y eran<br />

mayoritariamente novatos en ese campo.<br />

El que más se aproximaba a la condición <strong>de</strong> cerebrito convencional era Maurice<br />

Wilkins, que había pasado gran parte <strong>de</strong> la Segunda Guerra Mundial ayudando a<br />

proyectar la bomba atómica. Dos <strong>de</strong> los otros, Rosalind Franklin y Francis Crick,<br />

habían pasado los años <strong>de</strong> la guerra trabajando para el Gobierno británico en<br />

minas... Crick en las que explotaban, Franklin en las que producían carbón.<br />

El menos convencional <strong>de</strong> los cuatro era James Watson, un niño prodigio<br />

estadouni<strong>de</strong>nse que ya se había distinguido <strong>de</strong> muchacho como participante en un<br />

programa <strong>de</strong> radio muy popular llamado The Quiz Kids (y podría así afirmar haber<br />

inspirado, al menos en parte, algunos <strong>de</strong> los miembros <strong>de</strong> la familia Glass <strong>de</strong><br />

Frannie and Zooey y otras obras <strong>de</strong> J. D. Salinger) y que había ingresado en la<br />

Universidad <strong>de</strong> Chicago cuando sólo tenía quince años. Había conseguido doctorarse<br />

a los veintidós y ahora estaba trabajando en el famoso Laboratorio Cavendish <strong>de</strong><br />

Cambridge. En 1951 era un joven <strong>de</strong>sgarbado <strong>de</strong> veintitrés años, con un cabello tan

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