El%20hombre%20anumerico%20-%20John%20Allen%20Paulos
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diecinueve continuando con una obsesión embriagadora un<br />
tanto distinta pone de manifiesto lo baladí de este modo de<br />
pensar. Entonces igual que ahora, las convicciones<br />
pseudocientíficas no eran exclusivas de la gente inculta, y se<br />
había generalizado la creencia de que, examinando las<br />
protuberancias y el contorno de la cabeza de una persona era<br />
posible determinar algunas de sus cualidades mentales y<br />
psicológicas. Muchas compañías exigían a sus futuros<br />
empleados que se sometieran a exámenes frenológicos como<br />
condición previa para acceder a un empleo, y muchas<br />
parejas que decidían casarse acudían a pedir consejos a los<br />
frenólogos. Salieron revistas especializadas en el tema y la<br />
literatura popular estaba llena de referencias a sus doctrinas.<br />
El renombrado educador Horace Mann consideraba la<br />
frenología como «guía de la filosofía y sirviente de la<br />
cristiandad»; Horace Greely, famoso por Go West, young<br />
man («Joven, ve al Oeste»), era partidario de que todos los<br />
maquinistas ferroviarios pasaran tests frenológicos.<br />
Bajando a temas más pedestres, pensemos en la<br />
ceremonia de los que andan descalzos sobre brasas de<br />
madera ardiendo. Esta práctica se ha presentado a menudo<br />
como un ejemplo del «poder de la mente sobre la materia»,<br />
y no hace falta ser anumérico para quedar de entrada<br />
impresionado ante tamaña proeza.<br />
Lo que hace que el fenómeno sea menos notable es el