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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

asaltante la mantenía firmemente sujeta junto a él, algo duro, largo y caliente presionaba de<br />

modo insistente entre sus suaves nalgas, y yacía palpitante entre la separación de ellas y a<br />

lo largo de su espalda. En ese crítico momento los ojos de Bella tropezaron con la imagen<br />

de él en el espejo de la cómoda, y reconocieron a sus espaldas el feo y abotagado rostro del<br />

sensual sacerdote, coronado por un círculo de rebelde cabello rojo.<br />

Bella comprendió la situación en un abrir y cerrar de ojos. Hacia ya casi una semana<br />

que se había desprendido de los abrazos de Ambrosio y su tío, y tal hecho tuvo mucho que<br />

ver, desde luego, en lo que siguió. Lo que hizo a partir de aquel momento fue puro<br />

disimulo de la lasciva muchacha.<br />

Se dejó caer suavemente de espaldas sobre la vigorosa figura del padre Clemente, y<br />

creyendo este feliz individuo que realmente se desmayaba, al mismo tiempo que retiraba la<br />

mano con que le cerraba la boca empleó ambos brazos para sostenerla.<br />

La irresistible belleza de la persona que sostenía entre sus brazos llevó la excitación<br />

de Clemente casi hasta la locura. Bella estaba prácticamente desnuda, y él deslizó sus<br />

manos sobre su pulida piel, mientras su inmensa arma, ya rígida y distendida por efecto de<br />

la impaciencia, palpitaba vigorosamente al contacto con la hermosa que tenía abrazada.<br />

Tembloroso, Clemente acercó su rostro al de ella, e imprimió un largo y voluptuoso<br />

beso sobre sus dulces labios.<br />

Bella se estremeció y abrió los ojos.<br />

Clemente renovó sus caricias.<br />

—¡Oh! —exclamó lánguidamente—. ¿Cómo osáis venir aquí? ¡Por favor, soltadme<br />

en el acto! ¡Es vergonzoso!<br />

Clemente sonrió con aire de satisfacción. Siempre había sido feo, pero en aquel<br />

momento resultaba verdaderamente odioso por su terrible lujuria.<br />

—Así es —dijo—. Es una vergüenza tratar de esta manera a una muchacha tan linda,<br />

¡pero es tan delicioso, vida mía!<br />

Bella suspiró.<br />

Más besos y un deslizamiento de manos sobre su desnudo cuerpo. <strong>Una</strong> mano grande<br />

y tosca se posó sobre su monte de Venus, y un atrevido dedo, separando los húmedos<br />

labios, se introdujo en el interior de la cálida rendija para tocar el sensible clítoris.<br />

Bella cerró los ojos y dejó escapar otro suspiro, al propio tiempo que aquel sensible<br />

órgano comenzaba a su vez a distenderse. En el caso de mi joven amiga no era en modo<br />

alguno un órgano diminuto, ya que a causa del lascivo masaje del feo Clemente se alzó, se<br />

puso rígido, y se asomó partiendo casi los labios por sí solo.<br />

Bella estaba ardiendo, y el brillo del deseo se asomaba a sus ojos. Se había<br />

contagiado, y lanzando una mirada a su seductor pudo ver la terrible mirada de lascivia<br />

retratada en su rostro mientras jugueteaba con sus secretos encantos.<br />

La muchacha se agitaba temblorosa; un ardiente deseo del placer del coito se<br />

posesionó de ella, e incapaz de controlar por más tiempo sus afanes, llevó con rapidez su<br />

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