Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
Y además, ¡oh! además el punto central por el que suspiran los hombres: los<br />
sonrosados y apretados labios en los que la naturaleza gusta de solozarse, de la que ella<br />
nace y a la que vuelve: ¡la source! Allí estaba, a la vista, en casi toda su infantil perfección.<br />
Todo estaba allí menos.., la cabeza. Esta importante parte se hacia notar por su<br />
ausencia, y las suaves ondulaciones de la hermosa virgen evidenciaban que para ella no era<br />
inconveniente que no estuviera a la vista.<br />
El señor <strong>De</strong>lmont no se asombró ante aquel fenómeno, ya que había sido preparado<br />
para él, así como para guardar silencio. Se dedicó, en consecuencia, a observar con deleite<br />
los encantos que habían sido preparados para solaz suyo.<br />
No bien se hubo repuesto de la sorpresa y la emoción causadas por su primera visión<br />
de la beldad desnuda, comenzó a sentir los efectos provocados por el espectáculo en los<br />
órganos sexuales que responden bien pronto en hombre de su temperamento a las<br />
emociones que normalmente deben causarlos.<br />
Su miembro, duro y henchido, se destacaba en su bragueta, y amenazaba con salir de<br />
su confinamiento. Por lo tanto lo liberé permitiéndole a la gigantesca arma que apareciera<br />
sin obstáculos, y a su roja punta que se irguiera en presencia de su presa.<br />
Lector: yo no soy más que una pulga, y por lo tanto mis facultades de percepción son<br />
limitadas. Por lo mismo carezco de capacidad para describir los pasos lentos y la forma<br />
cautelosa en que el embelesado violador se fue aproximando gradualmente a su víctima.<br />
Sintiéndose seguro y disfrutando esta confianza, el señor <strong>De</strong>lmont recorrió con sus<br />
ojos y con sus manos todo el cuerpo. Sus dedos abrieron la vulva, en la que apenas había<br />
florecido un ligero vello, en tanto que la muchacha se estremeció y contorsionaba al sentir<br />
el intruso en sus partes más intimas, para evitar el manoseo lujurioso, con el recato propio<br />
de las circunstancias.<br />
Luego la atrajo hacia si, y posó sus cálidos labios en el bajo vientre y en los tiernos y<br />
sensibles pezones de sus juveniles senos. Con mano ansiosa la tomó por sus ampulosas<br />
caderas, y atrayéndola más hacia él le abrió las blancas piernas y se colocó en medio de<br />
ellas.<br />
Lector: acabo de recordarte que no soy más que una pulga. Pero aun las pulgas<br />
tenemos sentimientos, y no trataré de explicarte cuáles fueron los míos cuando contemplé<br />
aquel excitado miembro aproximarse a los prominentes labios de la húmeda vulva de Julia.<br />
Cerré los ojos. Los instintos sexuales de la pulga macho despertaron en mi, y hubiera<br />
deseado —si, lo hubiera deseado ardientemente— estar en el lugar del señor <strong>De</strong>lmont.<br />
Mientras tanto, con firmeza y sin miramientos, él se dio a la tarea demoledora. Dando<br />
un repentino brinco trató de adentrarse en las partes vírgenes de la joven Julia, falló el<br />
golpe. Lo intentó de nuevo, y otra vez el frustrado aparato quedó tieso y jadeante sobre el<br />
palpitante vientre de su víctima.<br />
Durante este periodo de prueba Julia hubiera podido sin duda echar a rodar el<br />
complot gritando más o menos fuerte, de no haber sido por las precauciones tomadas por el<br />
prudente corruptor y sacerdote, el padre Ambrosio.<br />
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