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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

—No puedo evitarlo, me matas de placer. Anda, sigue, pero suavemente. ¡Oh, no tan<br />

bruscamente! No empujes tan brutalmente. ¡Cielos, va a venirse! Sus ojos se cierran, sus<br />

labios se abren... ¡Dios mío! Me estáis matando, me descuartizáis con esa enorme cosa.<br />

¡Ah! ¡Oh! ¡Veníos, entonces! Veníos querido.., padre... Ambrosio. Dadme vuestra ardiente<br />

leche... ¡Oh! ¡Empujad ahora! ¡Más fuerte.., más.., matadme si así lo deseáis!<br />

Bella pasó sus blancos brazos en torno al bronceado cuello de él, abrió lo más que<br />

pudo sus blandos y hermosos muslos, y engulló totalmente el enorme instrumento, hasta<br />

confundir y restregar su vello con el de su monte de Venus.<br />

Ambrosio sintió que estaba a punto de lanzar una gran emisión directamente a los<br />

órganos vitales de la criatura que se encontraba debajo de él.<br />

—¡Empujad, empujad ahora! —gritó Bella, olvidando todo sentido de recato, y<br />

arrojando su propia descarga entre espasmos de placer—. ¡Empujad... empujad... metedlo<br />

bien adentro...! ¡Oh, sí de esa manera! ¡Dios mío, qué tamaño, qué longitud! Me estáis<br />

partiendo en dos, bruto mío. ¡Oh, oh! ¡Os estáis viniendo. . . lo siento...! ¡Dios ..... . qué<br />

leche! iOh, qué chorros!<br />

Ambrosio descargaba furiosamente, como el semental que era, embistiendo con todas<br />

sus fuerzas el cálido vientre que estaba debajo de él.<br />

Al fin se levantó de mala gana de encima de Bella, la cual, libre de sus tenazas, se<br />

volteó para ver a la otra pareja. Su tío estaba administrando una rápida serie de cortas<br />

embestidas a su amiguita, y era evidente que estaba próximo al éxtasis.<br />

Julia, por su parte, cuya reciente violación y el tremendo trato que recibió después a<br />

manos del bruto de Ambrosio la habían lastimado y enervado, no experimentaba el menor<br />

gusto, pero dejaba hacer, como una masa inerte en brazos de su asaltante.<br />

Cuando al fin, tras algunos empujones más, Verbouc cayó hacia adelante al momento<br />

de hacer su voluptuosa descarga, de lo único que ella se dio cuenta fue de que algo caliente<br />

era inyectado con fuerza en su interior, sin que experimentara más sensaciones que las de<br />

languidez y fatiga.<br />

Siguió otra pausa tras de este tercer ultraje, durante la cual el señor <strong>De</strong>lmont se<br />

desplomó en un rincón, y aparentemente se quedó dormido. Comenzó entonces una serie<br />

de actividades eróticas. Ambrosio se recostó sobre el canapé, e hizo que Bella se<br />

arrodillara sobre él con el fin de aplicar sus labios sobre su húmeda vulva, para llenarla de<br />

besos y toques de lo más lascivo y depravado que imaginarse pueda.<br />

El señor Verbouc, no queriendo ser menos que su compañero, jugueteó de manera<br />

igualmente libidinosa con la inocente Julia. <strong>De</strong>spués la tendieron sobre el sofá, y<br />

prodigaron toda clase de caricias a sus encantos, no ocultando su admiración por su<br />

lampiño monte de Venus, y los rojos labios de su coño juvenil.<br />

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