Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
introdujo hasta donde le fue posible, con la esperanza de provocar con sus toques y con las<br />
suaves caricias de su lengua la deliciosa eyaculación que debía sobrevenir.<br />
Esto era más de lo que el santo varón había esperado, ya que nunca supuso que iba a<br />
encontrar una discípula tan bien dispuesta para el irregular ataque que había propuesto.<br />
<strong>De</strong>spertadas al máximo sus sensaciones por el delicioso cosquilleo de que era objeto, se<br />
disponía a inundar la boca y la garganta de la muchachita con el flujo de su poderosa<br />
descarga.<br />
Ambrosio comenzó a sentir que no tardaría en venirse, con lo que iba a terminar su<br />
placer.<br />
Era uno de esos seres excepcionales, cuya abundante eyaculación seminal es mucho<br />
mayor que la de los individuos normales. No sólo estaba dotado del singular don de poder<br />
repetir el acto venéreo con intervalos cortos, sino que la cantidad con que terminaba su<br />
placer era tan tremenda como desusada. La superabundancia parecía estar en relación con<br />
la proporción con que hubieran sido despertadas sus pasiones animales, y cuando sus<br />
deseos libidinosos habían sido prolongados e intensos, sus emisiones de semen lo eran<br />
igualmente.<br />
Fue en estas circunstancias que la dulce Bella había emprendido la tarea de dejar<br />
escapar los contenidos torrentes de lujuria de aquel hombre. Iba a ser su dulce boca la<br />
receptora de los espesos y viscosos torrentes que hasta el momento no había<br />
experimentado, e ignorante como se encontraba de los resultados del alivio que tan ansiosa<br />
estaba de administrar, la hermosa doncella deseaba la consumación de su labor, y el<br />
derrame de leche del que le había hablado el buen padre.<br />
El exuberante miembro engrosaba y se enardecía cada vez más, a medida que los<br />
excitantes labios de Bella apresaban su anchurosa cabeza y su lengua jugueteaba en torno<br />
al pequeño orificio. Sus blancas manos lo privaban de su dúctil piel, o cosquilleaban<br />
alternativamente su extremo inferior.<br />
Dos veces retirá Ambrosio la cabeza de su miembro de los rosados labios de la<br />
muchacha, incapaz ya de aguantar los deseos de venirse al delicioso contacto de los<br />
mismos.<br />
Al fin Bella, impaciente por el retraso, y habiendo al parecer alcanzado un máximo<br />
de perfección en su técnica, presionó con mayor energía que antes el tieso dardo.<br />
Instantáneamente se produjo un envaramiento en las extremidades del buen padre.<br />
Sus piernas se abrieron ampliamente<br />
a ambos lados de su penitente. Sus manos se agarraron convulsivamente del cojín. Su<br />
cuerpo se proyectó hacia delante y se enderezó.<br />
—¡Dios santo! ¡Me voy a venir! —exclamó al tiempo que con los labios<br />
entreabiertos y los ojos vidriosos lanzaba una última mirada a su inocente víctima. <strong>De</strong>spués<br />
se estremeció profundamente, y entre lamentos y entrecortados gritos histéricos su pene,<br />
por efecto de la provocación de la jovencita, comenzó a expeler torrentes de espeso y<br />
viscoso fluido.<br />
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