Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
un garañón! ¡Ah, sobrinita mía, mi criatura, con eso va a dilatar tu rendija. La hundirá<br />
hasta tus entrañas, y tras de una buena carrera descargará un torrente de leche para placer<br />
tuyo!<br />
—¡Qué gusto! —murmuró Bella—. Anhelo recibirlo hasta mi cintura. Sí, sí. No<br />
apresuremos el delicioso final; trabajemos todos para ello.<br />
Hubiera dicho algo más, pero en aquel momento la roja punta del rígido miembro del<br />
señor Verbouc entró en su boca.<br />
Con la mayor avidez Bella recibió el duro y palpitante objeto entre sus labios de<br />
coral, y admitió tanto como pudo de ella. Comenzó a lamer alrededor con su lengua, y<br />
hasta trató de introducirla en la roja abertura de la extremidad. Estaba excitada hasta el<br />
frenesí. Sus mejillas ardían, su respiración iba y venía con ansiedad espasmódica. Se aferró<br />
más aún al miembro del lúbrico sacerdote, y su juvenil estrecho coño palpitaba de placer<br />
anticipado.<br />
Hubiera querido continuar cosquilleando, frotando y excitando el henchido tronco del<br />
lascivo Ambrosio, pero el fornido sacerdote le hizo seña de que se detuviera.<br />
—Aguarda un momento, Bella —suspiró—, vas a hacer que me venga.<br />
Bella soltó el enorme dardo blanco y se echó hacia atrás, de manera que su tío pudo<br />
accionar despaciosamente hacia dentro y hacia fuera de su boca, sin que la mirada de ella<br />
dejara por un solo momento de prestar ansiosamente atención a las extraordinarias<br />
dimensiones del miembro de Ambrosio.<br />
Nunca había gustado Bella con tanto deleite de un pene, corno ahora estaba<br />
disfrutando el respetable miembro de su tío. Por tal razón aplicó sus labios al mismo con la<br />
mayor fruición, sorbiendo morbosamente la secreción que de vez en cuando exudaba la<br />
punta. El señor Verbouc estaba arrobado con sus atentos servicios.<br />
A continuación el cura se arrodilló, y pasando la rasurada cabeza por entre las piernas<br />
de Verbouc, que estaba de pie ante su sobrina, abrió los rollizos muslos de ésta para apartar<br />
después con sus dedos los rojos labios de su vulva, e introducir su lengua hacia dentro, al<br />
tiempo que con sus gruesos labios cubría sus juveniles y excitadas partes.<br />
Bella se estremecía de placer. Su tío se puso aún más rígido, y empujó fuertemente<br />
dentro de la bella boca de la muchacha, la cual tomó sus testículos entre sus manos para<br />
estrujarlos con suavidad. Retiró hacía atrás la piel del ardiente tronco, y reanudó su succión<br />
con evidente deleite.<br />
— Vente ya! —dijo Bella, abandonando por un momento la viscosa cabeza con<br />
objeto de poder hablar y tomar aliento—. ¡Vente, tío! ¡Me agrada tanto saborearlo!<br />
—Podrás hacerlo, queridita, pero todavía no. No debemos ir tan aprisa.<br />
—¡Oh, cómo me mama! ¡Cómo me lame su lengua! ¡Estoy ardiendo! ¡Me mata!<br />
—¡Ah, Bella! Ahora no sientes más que placer: te has reconciliado con los goces de<br />
nuestros contactos incestuosos.<br />
—<strong>De</strong> veras que sí, querido tío. Ponme tu carajo de nuevo en la boca.<br />
—Todavía no, Bella, amor mío.<br />
Página 57 de 113