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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

—Querido tío —exclamó la muchacha—. Acuérdate de quién estás jodiendo. No se<br />

trata de una extraña, es la hija de tu hermano, tu propia sobrina. Jódeme bien, entonces, tío.<br />

Entrégame todo el poder de tu vigoroso carajo. ¡Jódeme! ¡Jódeme hasta que tu incestuosa<br />

leche se derrame en mi interior! ¡Ah! ¡Oh! ¡Oh!<br />

Y sin poderse contener ante el conjuro de sus propias ideas lujuriosas, Bella se<br />

entregó a la más desenfrenada sensualidad, con gran deleite de su tío.<br />

El vigoroso hombre, gozando la satisfacción de su lujuria preferida, se dedicó a<br />

efectuar una serie de rápidas y poderosas embestidas. No obstante lo anegada que se<br />

encontraba, la vulva de su linda oponente era de por sí pequeña, y lo bastante estrecha para<br />

pellizcarle deliciosamente en la abertura, y provocar así que su placer aumentara<br />

rápidamente.<br />

Verbouc se alzó para lanzarse con rabia dentro del cuerpo de ella, y la hermosa joven<br />

se asió con el apremio de una lujuria todavía no saciada. Su yerga engrosó y se endureció<br />

todavía más.<br />

El cosquilleo se hizo pronto casi insoportable. Bella se entregó por entero al placer<br />

del acto incestuoso, hasta que el señor Verbouc, dejando escapar un suspiro, se vino dentro<br />

de su sobrina, inundando de nuevo la matriz de ella con su cálido fluido. Bella llegó<br />

también al éxtasis, y al propio tiempo que recibía la poderosa inyección, placenteramente<br />

acogida, derramaba una no menos ardiente prueba de su goce.<br />

Habiéndose así completado eí acto, se le dio tiempo a Bella para hacer sus<br />

abluciones, y después, tras de apurar un tonificante vaso lleno de vino hasta los bordes, se<br />

sentaron los tres para concertar un diabólico plan para la violación y el goce de la bella<br />

Julia <strong>De</strong>lmont.<br />

Bella confesó que el señor <strong>De</strong>lmont la deseaba, y que evidentemente estaba en espera<br />

de la oportunidad para encaminar las cosas hacia la satisfacción de su capricho.<br />

Por su parte, el padre Ambrosio confesó que su miembro se enderezaba a la sola<br />

mención del nombre de la muchacha. La había confesado, y admitió jocosamente que<br />

durante la ceremonia no había podido controlar sus manos, ya que su simple aliento<br />

despertaba en él ansías sensuales incontenibles.<br />

El señor Verbouc declaró que estaba igualmente ansioso de proporcionarse solaz en<br />

sus dulces encantos, cuya sola descripción lo enloquecía. Pero el problema estaba en cómo<br />

poner en marcha el plan.<br />

—Si la violara sin preparación, la destrozaría —exclamó el padre Ambrosio,<br />

exhibiendo una vez más su rubicunda máquina, todavía rezumando las pruebas de su<br />

último goce, que aún no había enjugado.<br />

—Yo no puedo gozarla primero. Necesito la excitación de una copulación previa —<br />

objetó Verbouc.<br />

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