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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

El violador, igualmente enardecido por las dificultades de su conquista, y por las<br />

exquisitas sensaciones que estaba experimentando, enterró su tieso miembro en la lasciva<br />

funda, y trató por medio de ansiosas acometidas de facilitar una copiosa descarga, mientras<br />

que Bella, cuyo temperamento no era lo suficientemente prudente como para resistir la<br />

prueba de aquel violento y lascivo ataque, se esforzaba en vano por contener los violentos<br />

imperativos de la naturaleza despertados por la excitante fricción, que amenazaban con<br />

traicionaría, hasta que al cabo, con grandes estremecimientos en sus miembros y la<br />

respiración entrecortada, se rindió y descargó su derrame sobre el henchido dardo que tan<br />

deliciosamente palpitaba en su interior.<br />

El señor Verbone tenía plena conciencia de lo ventajoso de su situación, y cambiando<br />

de táctica como general prudente, tuvo buen cuidado de no expeler todas sus reservas, y<br />

provoco un nuevo avance de parte de su gentil adversaria.<br />

Verbouc no tuvo gran dificultad en lograr su propósito, si bien la pugna pareció<br />

excitarlo hasta el frenesí. La cama se mecía y se cimbraba: la habitación entera vibraba con<br />

la trémula energía de su lascivo ataque; ambos cuerpos se encabritaban y rodaban,<br />

convirtiéndose en una sola masa.<br />

La injuria, fogosa e impaciente, los llevaba hasta el paroxismo en ambos lados. El<br />

daba estocadas, empujaba, embestía, se retiraba hasta dejar ver la ancha cabeza enrojecida<br />

de su hinchado pene junto a los rojos labios de las cálidas partes de Bella, para hundirlo<br />

luego hasta los negros pelos que le nacían en el vientre, y se enredaban con el suave y<br />

húmedo musgo que cubría el monte de Venus de su sobrina, hasta que un suspiro<br />

entrecortado delató el dolor y el placer de ella.<br />

<strong>De</strong> nuevo el triunfo le había correspondido a él, y mientras su vigoroso miembro se<br />

envainaba hasta las raíces en el suave cuerpo de ella, un tierno, apagado y doloroso grito<br />

habló de su éxtasis cuando, una vez más, el espasmo de placer recorrió todo su sistema<br />

nervioso. Finalmente, con un brutal gruñido de triunfo, descargó una tórrida corriente de<br />

líquido viscoso en lo más recóndito de la matriz de ella.<br />

Poseído por el frenesí de un deseo recién renacido y todavía no satisfecho con la<br />

posesión de tan linda flor, el brutal Verbouc dio vuelta al cuerpo de su semidesmayada<br />

sobrina, para dejar a la vista sus atractivas nalgas. Su objeto era evidente, y lo fue más<br />

cuando, untando el ano de ella con la leche que inundaba su sexo, empujó su índice lo más<br />

adentro que pudo.<br />

Su pasión había llegado de nuevo a un punto febril. Encaminó su pene hacia las<br />

rotundas nalgas, y encimándose sobre su cuerpo recostado, situó su reluciente cabeza sobre<br />

el pequeño orificio, esforzándose luego por adentrarse en él. Al cabo consiguió su<br />

propósito, y Bella recibió en su recto, en toda su extensión, la vara de su tío. La estrechez<br />

de su ano proporcionó al mismo el mayor de los placeres, y siguió trabajando lentamente<br />

de atrás hacía adelante durante un cuarto de hora por lo menos, al cabo de cuyo lapso su<br />

aparato habla adquirido la rigidez del hierro, y descargó en las entrañas de su sobrina<br />

torrentes de leche.<br />

Ya había amanecido cuando el señor Verbouc soltó a su sobrina del abrazo lujurioso<br />

en que había saciado su pasión, logrado lo cual se deslizó exhausto para buscar abrigo en<br />

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