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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

Hecho esto el joven comenzó a ver con ojos de carnero a Bella, que seguía acostada<br />

en el heno, recuperándose poco a poco. Sin encontrar resistencia, se fue sobre ella y<br />

comenzó a hurgar con sus dedos en las partes intimas de la muchacha.<br />

Esta vez fue el padre quien acudió en su auxilio. Tomó en su mano el arma del hijo y<br />

comenzó a pelarla, con movimientos de avance y retroceso, hasta que adquirió rigidez. Era<br />

una formidable masa de carne que se bamboleaba frente al rostro de Bella.<br />

—¡Que los cielos me amparen! Espero que no vayas a introducir eso dentro de mí —<br />

murmuró Bella.<br />

—Claro que si —contestó el muchacho con una de sus estúpidas sonrisas. Papá me la<br />

frota y me da gusto, y ahora voy a joderte a ti.<br />

El padre conducía en aquellos momentos el taladro hacia los muslos de la muchacha.<br />

Su vulva, todavía inundada con las eyaculaciones que el campesino había vertido en su<br />

interior, recibió rápidamente la roja cabeza. Tim empujó, y doblándose sobre ella introdujo<br />

el aparato hasta que sus pelos rozaron la piel de Bella.<br />

—¡Oh, es terriblemente larga! —gritó ella—. Lo tienes demasiado grande,<br />

muchachito tonto. No seas tan violento. ¡Oh, me matas! ¡Cómo empujas! ¡No puedes ir<br />

más adentro ya!<br />

¡Con suavidad, por favor! Está totalmente dentro. Lo siento en la cintura. ¡Oh, Tim!<br />

¡Muchacho horrible!<br />

—Dáselo —murmuró el padre, al mismo tiempo que le cosquilleaba los testículos y<br />

las piernas—. Tiene que caberle entero, Tim. ¿No es una belleza? ¡Qué coñito tan apretado<br />

tiene! ¿no es así muchachito?<br />

—¡Uf! No hables, padre, así no puedo joder.<br />

Durante unos minutos se hizo el silencio. No se oía mas ruido que el que hacían los<br />

dos cuerpos en la lucha entablada sobre el heno. Al cabo, el muchacho se detuvo. Su cara<br />

jo, aunque duro como el hierro, y firme como la cera, no había expelido una sola gota, al<br />

parecer. Lo extrajo completamente enhiesto, vaporoso y reluciente por la humedad.<br />

—No puedo venirme —dijo, apesadumbrado.<br />

—Es la masturbación —explicó el padre.<br />

—Se la hago tan a menudo que ahora la extraña.<br />

Bella yacía jadeante y en completa exhibición.<br />

Entonces el hombre llevó su mano a la yerga de Tim, y comenzó a frotarla<br />

vigorosamente hacia atrás y hacia adelante. La muchacha esperaba a cada momento que se<br />

viniera sobre su cara.<br />

<strong>De</strong>spués de un rato de esta sobreexcitación del hijo, el padre llevó de repente la<br />

ardiente cabeza de la yerga a la vulva de Bella, y cuando la introducía un verdadero diluvio<br />

de esperma salió de ella, para anegar el interior de la muchacha. Tim empezó a retorcerse y<br />

a luchar, y terminó por mordería en el brazo.<br />

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