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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

—Me gustaría ver a la muchacha bien violada —dijo Bella—. Observaría la<br />

operación con deleite, y cuando el padre Ambrosio hubiese introducido su enorme cosa en<br />

el interior de ella, tú podrías hacer lo mismo conmigo para compensarme el obsequio que<br />

le haríamos a la linda Julia.<br />

—Sí, esa combinación podría resultar deliciosa.<br />

—¿Qué habrá que hacer? —inquirió Bella—. ¡Madre santa, cuán tiesa está de nuevo<br />

vuestra yerga, querido padre Ambrosio!<br />

—Se me ocurre una idea que sólo de pensar en ella me provoca una violenta<br />

erección. Puesta en práctica sería el colmo de la lujuria, y por lo tanto del placer.<br />

—Veamos de qué se trata —exclamaron los otros dos al Unísono.<br />

—Aguardad un poco —dijo el santo varón, mientras Bella desnudaba la roja cabeza<br />

de su instrumento para cosquillear cn el húmedo orificio con la punta de su lengua.<br />

—Escuchadme bien —dijo Ambrosio—. El señor <strong>De</strong>lmont está enamorado de Bella.<br />

Nosotros lo estamos de su hija, y a esta criatura que ahora me está chupando el cara jo le<br />

gustaría ver a la tierna Julia ensartada en él hasta lo más hondo de sus órganos vitales, con<br />

el único y lujurioso afán de proporcionarse una dosis extra de placer. Hasta aquí todos<br />

estamos de acuerdo. Ahora prestadme atención, y tú, Bella, deja en paz mí instrumento. He<br />

aquí mi plan: me consta que la pequeña Julia no es insensible a sus instintos animales. En<br />

efecto, ese diablito siente ya la comezón de la carne.<br />

Un poco de persuasión y Otro poco de astucia pueden hacer el resto. Julia accederá a<br />

que se le alivien esas angustias del apetito carnal. Bella debe alentaría al efecto. Entretanto<br />

la misma Bella inducirá al señor <strong>De</strong>lmont a ser más atrevido. Le permitirá que se le<br />

declare, si así lo desea él. En realidad, ello es indispensable para que el plan resulte. Ese<br />

será el momento en que debo intervenir yo. Le sugeriré a <strong>De</strong>lmont que el señor Verbouc es<br />

un hombre por encima de los prejuicios vulgares, y que por cierta suma de dinero estará<br />

conforme en entregarle a su hermosa y virginal sobrina para que sacie sus apetitos.<br />

—No alcanzo a entenderlo bien —comentó Bella.<br />

—No veo el objeto —intervino Verbouc—. Ello no nos aproximará más a la<br />

consumación de nuestro plan.<br />

—Aguardad un momento —continuó el buen padre—. Hasta este momento todos<br />

hemos estado de acuerdo. Ahora Bella será vendida a <strong>De</strong>lmont. Se le permitirá que<br />

satisfaga secretamente sus deseos en los hermosos encantos de ella. Pero la víctima no<br />

deberá verlo a él, ni él a ella, a.—fin de guardar las apariencias. Se le introducirá en una<br />

alcoba agradable, podrá ver el cuerpo totalmente desnudo de una encantadora mujer, se le<br />

hará saber que se trata de su víctima, y que puede gozarla.<br />

—¿Yo? —interrumpió Bella—. ¿Para qué todo este misterio?<br />

El padre Ambrosio sonrió malévolamente.<br />

—Ya lo sabrás, Bella, ten paciencia. Lo que deseamos es disfrutar de Julia <strong>De</strong>lmont,<br />

y lo que el señor <strong>De</strong>lmont quiere es disfrutar de tu persona. Únicamente podemos alcanzar<br />

nuestro objetivo evitando al propio tiempo toda posibilidad de escándalo. Es preciso que el<br />

señor <strong>De</strong>lmont sea silenciado, pues de lo contrario podríamos resultar perjudicados por la<br />

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