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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

La condición de Ambrosio se le vino a la mente. Era su confesor espiritual, y le pidió<br />

consejo<br />

.<br />

El santo varón le dio a entender que había llegado su oportunidad, y que redundaría<br />

en ventaja para ambos compartir el premio.<br />

Esta proposición tocó una fibra sensible en el carácter de Verbouc, la cual Ambrosio<br />

no ignoraba. Si algo podía proporcionarle un verdadero goce sensual, o ponerle más<br />

encanto al mismo, era presenciar el acto de la cópula carnal, y completar luego su<br />

satisfacción con una segunda penetración de su parte, para eyacular en el cuerpo del propio<br />

paciente.<br />

El pacto quedó así sellado. Se buscó la oportunidad que garantizara el necesario<br />

secreto (la tía de Bella era una minusválida que no salía de su habitación>, y Ambrosio<br />

preparó a Bella para el suceso que iba a desarrollarse.<br />

<strong>De</strong>spués de un discurso preliminar, en el que le advirtió que no debía decir una sola<br />

palabra acerca de su intimidad anterior, y tras de informarle que su tío había sabido, quién<br />

sabe por qué conducto, lo ocurrido con su novio, le fue revelando poco a poco los<br />

proyectos que había elaborado. Incluso le habló de la pasión que había despertado en su<br />

tío, para decirle después, lisa y llanamente, que la mejor manera de evitar su profundo<br />

resentimiento sería mostrarse obediente a sus requerimientos, fuesen los que fuesen.<br />

El señor Verbouc era un hombre sano y de robusta constitución, que rondaba los<br />

cincuenta años. Como tío suyo que era, siempre le había inspirado profundo respeto a<br />

Bella, sentimiento en el que estaba mezclado algo de temor por su autoritaria presencia. Se<br />

había hecho cargo de ella desde la muerte de su hermano, y la trató siempre, si no con<br />

afecto, tampoco con despego, aunque con reservas que eran naturales dado su carácter.<br />

Evidentemente Bella no tenía razón alguna para esperar clemencia de su parte en una<br />

ocasión tal, ni siquiera que su pariente encontrara una excusa para ella.<br />

No me explayaré en el primer cuarto de hora, las lágrimas de Bella, el embarazo con<br />

que recibió los abrazos demasiado tiernos de su tío, y las bien merecidas censuras.<br />

La interesante comedia siguió por pasos contados, hasta que el señor Verbouc colocó<br />

a su hermosa sobrina sobre sus piernas, para revelarle audazmente el propósito que se<br />

había formulado de poseerla.<br />

—No debes ofrecer una resistencia tonta, Bella —explicó su tío—. No dudaré ni<br />

aparentaré recato. Basta con que este buen padre haya santificado la operación, para que<br />

posea tu cuerpo de igual manera que tu imprudente compañerito lo gozó ya con tu<br />

consentimiento.<br />

Bella estaba profundamente confundida. Aunque sensual, como hemos visto ya, y<br />

hasta un punto que no es habitual en una edad tan tierna como la suya, se había educado en<br />

el seno de las estrictas conveniencias creadas por el severo y repelente carácter de su<br />

pariente. Todo lo espantoso del delito que se le proponía aparecía ante sus ojos. Ni siquiera<br />

la presencia y supuesta aquiescencia del padre Ambrosio podían aminorar el recelo con<br />

que contemplaba la terrible proposición que se le hacía abiertamente.<br />

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