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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

Pero lo que encadenó la atención de ésta en el muchacho fue el estado en que<br />

aparecía su vestimenta, y la aparición de un tremendo miembro, de roja y bien desarrollada<br />

cabeza. que desnudo y exhibiéndose en su totalidad, se erguía impúdico.<br />

No cabía duda sobre el efecto que el espectáculo desarrollado en la pradera había<br />

causado en el muchacho, puesto que éste se había desabrochado los bastos calzones para<br />

apresar entre sus nerviosas manos un arma de la que se hubiera enorgullecido un carmelita.<br />

Con ojos ansiosos devoraba la escena que se desarrollaba en la pradera, mientras que con<br />

la mano derecha desnudaba la firme columna para friccionaría vigorosamente hacia arriba<br />

y hacía abajo, completamente ajeno al hecho de que un espíritu afín era testigo de sus<br />

actos.<br />

<strong>Una</strong> exclamación de sobresalto que involuntariamente se le escapó a Bella motivó<br />

que él mirara en derredor suyo. y descubriera frente a él a la hermosa muchacha, en el<br />

momento en que su lujurioso miembro estaba completamente expuesto en toda su gloriosa<br />

erección.<br />

—¡Por Dios! —exclamó Bella tan pronto como pudo recobrar el habla—. ¡Qué<br />

visión tan espantosa! ¡Muchacho desvergonzado! ¿Qué estás haciendo con esta cosa roja?<br />

El mozo, humillado, trató de introducir nuevamente en su bragueta el objeto que<br />

había motivado la pregunta, pero su evidente confusión y la rigidez adquirida por el<br />

miembro hacían difícil la operación. por no decir que enfadosa.<br />

Bella acudió solícita en su auxilio.<br />

—¿Qué es esto? <strong>De</strong>ja que te ayude. ¿Cómo se salió? ¡Cuán grande y dura es! ¡Y qué<br />

larga! ¡A fe mía que es tremenda tu cosa, muchacho travieso!<br />

Uniendo la acción a las palabras, la jovencita posó su pequeña mano en el erecto<br />

pene del muchacho, y estrujándolo en su cálida palma hizo más difícil aún la posibilidad de<br />

poder regresarlo a su escondite.<br />

Entretanto el muchacho, que gradualmente recobraba su estólida presencia de ánimo,<br />

y advertía la inocencia de su nueva desconocida, se abstuvo de hacer nada en ayuda de sus<br />

loables propósitos de esconder el rígido y ofensivo miembro. En realidad se hizo<br />

imposible, aun cuando hubiera puesto algo de SU parte, ya que tan pronto corno su mano<br />

lo asió adquirió proporciones todavía mayores, al mismo tiempo que la hinchada y roja<br />

cabeza brillaba como una ciruela madura.<br />

—¡Ah, muchacho travieso! —observó Bella—. ¿Qué debo hacer? —siguió diciendo,<br />

al tiempo que dirigía una mirada de enojo a la hermosa faz del rústico muchacho.<br />

—¡Ah, cuán divertido es! —suspiró el mozuelo—. ¿Quién hubiera podido decir que<br />

usted estaba tan cerca de mí cuando me sentí tan mal, y comenzó a palpitar y engrosar<br />

hasta ponerse como está ahora?<br />

—Esto es incorrecto —observó la damita-, apretando más aún y sintiendo que las<br />

llamas de la lujuria crecían cada vez mas dentro de ella—. Esto es terriblemente incorrecto,<br />

pícaruelo.<br />

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