Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
La muchacha succionaba suavemente hacia arriba y hacia abajo de la azulada nuez,<br />
haciendo pausas de vez en cuando para contener lo más posible en el interior de sus<br />
húmedos labios. Sus lindas manos se cerraban alrededor del largo y voluminoso dardo, y lo<br />
agarraban en un trémulo abrazo, mientras ella contemplaba cómo el monstruoso pene se<br />
endurecía cada vez más por efecto de las intensas sensaciones transmitidas por medio de<br />
sus toques.<br />
No tardó Clemente ni cinco minutos en empezar a lanzar aullidos que más se<br />
asemejaban a los lamentos de una bestia salvaje que a las exclamaciones surgidas de<br />
pulmones humanos, para acabar expeliendo semen en grandes cantidades a través de la<br />
garganta de la muchacha.<br />
Bella retiró la piel del dardo para facilitar la emisión del chorro basta la última gota.<br />
El fluido de Clemente era tan espeso y cálido como abundante. y chorro tras chorro<br />
derramó todo el líquido en la boca de ella.<br />
Bella se lo tragó todo.<br />
—He aquí una nueva experiencia sobre la que tengo que instruirte, hija mía —dijo el<br />
Superior cuando, a continuación, Bella aplicó sus dulces labios a su ardiente miembro.<br />
—Hallarás en ella mayor motivo de dolor que de placer, pero los caminos de Venus<br />
son difíciles, y tienen que ser aprendidos y gozados gradualmente.<br />
—Me someteré a todas las pruebas, padrecito —replicó la muchacha—. Ahora ya<br />
tengo una idea más clara de mis deberes, y sé que soy una de las elegidas para aliviar los<br />
deseos de los buenos padres.<br />
—Así es, bija mía, y recibes por anticipado la bendición del cielo citando obedeces<br />
nuestros más insignificantes deseos, y te sometes a todas nuestras indicaciones, por<br />
extrañas e irregulares que parezcan.<br />
Dicho esto, tomó a la muchacha entre sus robustos brazos y la llevó una vez más al<br />
cofre acojinado, colocándola de cara a él, de manera que dejara expuestas sus desnudas y<br />
hermosas nalgas a los tres santos varones.<br />
Seguidamente, colocándose entre los muslos de su víctima, apuntó la cabeza de su<br />
tieso miembro hacía el pequeño orificio situado entre las rotundas nalgas de Bella, y<br />
empujando su bien lubricada arma poco a poco comenzó a penetrar en su orificio, de<br />
manera novedosa y antinatural.<br />
—¡Oh, Dios! —gritó Bella—. No es ése el camino. Las-....... ¡Por favor...! ¡Oh, por<br />
favor...! ¡Ah...! ¡Tened piedad! ¡Ob, compadeceos de mí! . . . ¡Madre santa! . . . ¡Me<br />
muero!<br />
Esta última exclamación le fue arrancada por una repentina y vigorosa embestida del<br />
Superior, la que provocó la introducción de su miembro de semental hasta la raíz. Bella<br />
sintió que se había metido en el interior de su cuerpo hasta los testículos.<br />
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