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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

El camino emprendido por la linda muchachita pasaba a través de praderas, y era un<br />

camino de carretas que salía al camino real muy cerca de la residencia de su tío.<br />

En esta ocasión había caído ya la tarde, y el tiempo era apacible. El sendero tenía<br />

varias curvas pronunciadas, y a medida que Bella seguía camino adelante se entretenía en<br />

contemplar el ganado que pastaba en los alrededores.<br />

Llegó a un punto en el que el camino estaba bordeado por árboles, y donde tina serie<br />

de troncos en línea recta separaba la carretera propiamente dicha del sendero para<br />

peatones. En las praderas próximas vio a varios hombres que cultivaban el campo, y un<br />

poco más lejos a un grupo de mujeres que descansaba un momento de las labores de la<br />

siembra, entretenidas en interesantes coloquios.<br />

Al otro lado del camino había una cerca de setos, y como se le ocurriera mirar hacia<br />

allá, vio algo que la asombró. En la pradera había dos animales, un garañón y una yegua.<br />

Evidentemente el primero se había dedicado a perseguir a la segunda, hasta que consiguió<br />

darle alcance no lejos de donde se encontraba Bella.<br />

Pero lo que más sorprendió y espantó a ésta fue el maravilloso espectáculo del gran<br />

miembro parduzco que, erecto por la excitación, colgaba del vientre del semental, y que de<br />

vez en cuando se encorvaba en impaciente búsqueda del cuerpo de la hembra.<br />

Esta debía haber advertido también aquel miembro palpitante, puesto que se había<br />

detenido y permanecía tranquila, ofreciendo su parte trasera al agresor.<br />

El macho estaba demasiado urgido por sus instintos amorosos para perder mucho<br />

tiempo con requiebros, y ante los maravillados ojos de la jovencita montó sobre la hembra<br />

y trató de introducir su instrumento.<br />

Bella contemplaba el espectáculo con el aliento contenido, y pudo ver cómo, por fin,<br />

el largo y henchido miembro del caballo desaparecía por entero en las partes posteriores de<br />

la hembra.<br />

<strong>De</strong>cir que sus sentimientos sexuales se excitaron no sería más que expresar el<br />

resultado natural del lúbrico espectáculo. En realidad estaba más que excitada; sus instintos<br />

libidinosos se habían desatado. Mesándose las manos clavó la mirada para observar con<br />

todo interés el lascivo espectáculo, y cuando, tras una carrera rápida y furiosa, el animal<br />

retiró su goteante pene, Bella dirigió a éste una golosa mirada, concibiendo la insania de<br />

apoderarse de él para darse gusto a sí misma.<br />

Obsesionada con tal idea, Bella comprendió que tenía que hacer algo para borrar de<br />

su mente la poderosa influencia que la oprimía. Sacando fuerzas de flaqueza apartó los<br />

ojos y reanudó su camino, pero apenas había avanzado una docena de pasos cuando su<br />

mirada tropezó con algo que ciertamente no iba a aliviar su pasión.<br />

Precisamente frente a ella se encontraba un joven rústico de unos dieciocho años, de<br />

facciones bellas, aunque de expresión bobalicona, con la mirada puesta en los amorosos<br />

corceles entregados a su pasatiempo. <strong>Una</strong> brecha entre los matorrales que bordeaban el<br />

camino le proporcionaba un excelente ángulo de vista, y estaba entregado a la<br />

contemplación del espectáculo con un interés tan evidente como el de Bella.<br />

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