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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

—¡Un momento! —ordenó éste—. Vamos a poner orden en nuestros goces. Esta<br />

hermosa muchacha nos tiene que dar satisfacción a los tres: por lo tanto es menester que<br />

regulemos nuestros placeres permitiéndole que pueda soportar los ataques que<br />

desencadenemos. Por mi parte no me importa ser el primero o el segundo, pero como<br />

Ambrosio se viene como un asno, y llena de humo todas las regiones donde penetra,<br />

propongo pasar yo por delante. <strong>De</strong>sde luego, Clemente debería ocupar el tercer lugar, ya<br />

que con su enorme miembro puede partir en dos a la muchacha, y echaremos a perder<br />

nuestro juego.<br />

—La vez anterior yo fui el tercero —exclamó Clemente—. No veo razón alguna para<br />

que sea yo siempre el último. Reclamo el segundo lugar.<br />

—Está bien, así será —declaró el Superior—. Tú, Ambrosio, compartirás un nido<br />

resbaladizo.<br />

—No estoy conforme —replicó el decidido eclesiástico....... Si tú vas por delante, y<br />

Clemente tiene que ser el segundo, pasando por delante de mí, yo atacaré la retaguardia, y<br />

así verteré mi ofrenda por otra vía.<br />

—¡Hacerlo como os plazca! —gritó Bella—. Lo aguantaré todo; pero, padrecitos,<br />

daos prisa en comenzar.<br />

<strong>Una</strong> vez más el Superior introdujo su arma, inserción que Bella recibió con todo<br />

agrado. Lo abrazó, se apretó contra él, y recibió los chorros de su eyaculación con<br />

verdadera pasión extática de su parte.<br />

Seguidamente se presentó Clemente. Su monstruoso instrumento se encontraba ya<br />

entre las rollizas piernas de la joven Bella. La desproporción resultaba evidente, pero el<br />

cura era tan fuerte y lujurioso como enorme en su tamaño, y tras de varias tentativas<br />

violentas e infructuosas, consiguió introducir-se. y comenzó a profundizar en las partes de<br />

ella con su miembro de mulo.<br />

No es posible dar una idea de la forma en que las terribles proporciones del pene de<br />

aquel hombre excitaban la lasciva imaginación de Bella, como vano sería también intentar<br />

describir la frenética pasión que le despertaba el sentirse ensartada y distendida por el<br />

inmenso órgano genital del padre Clemente.<br />

<strong>De</strong>spués de una lucha que se llevó diez minutos completos, Bella acabó por recibir<br />

aquella ingente masa hasta los testículos, que se comprimían contra su ano.<br />

Bella se abrió de piernas lo más posible, y le permitió al bruto que gozara a su antojo<br />

de sus encantos.<br />

Clemente no se mostraba ansioso por terminar con su deleite, y tardó un cuarto de<br />

hora en poner fin a su goce por medio de dos violentas descargas.<br />

Bella las recibió con profundas muestras de deleite, y mezcló una copiosa emisión de<br />

su parte con los espesos derrames del lujurioso padre.<br />

Apenas había retirado Clemente su monstruoso miembro del interior de Bella,<br />

cuando ésta cayó en los también poderosos brazos de Ambrosio,<br />

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