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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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Capitulo IV<br />

<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

SE SACARON ALGUNAS BOTELLAS DE VINO, de una cosecha rara y añeja, y<br />

bajo su poderosa influencia Bella fue recobrando poco a poco su fortaleza.<br />

Transcurrida una hora, los tres curas consideraron que había tenido tiempo bastante<br />

para recuperarse, y comenzaron de nuevo a presentar síntomas de que deseaban volver a<br />

gozar de su persona.<br />

Excitada tanto por los efectos del vino como por la vista y el contacto con sus<br />

lascivos compañeros, la jovencita comenzó a extraer de debajo las sotanas los miembros de<br />

los tres curas. los cuales estaban evidentemente divertidos con la escena, puesto que no<br />

daban muestra alguna de recato.<br />

En menos de un minuto Bella tuvo a la vista los tres grandes y enhiestos objetos. Los<br />

besó y jugueteó con ellos, aspirando la rara fragancia que emanaba de cada uno, y<br />

manoseando aquellos enardecidos dardos con toda el ansia de una consumada Chipriota.<br />

—Déjanos poderte —exclamó piadosamente el Superior, cuyo pene se encontraba en<br />

aquellos momentos en los labios de Bella.<br />

—Amén —cantó Ambrosio.<br />

El tercer eclesiástico permaneció silencioso, pero su enorme artefacto amenazaba al<br />

cielo.<br />

Bella fue invitada a escoger su primer asaltante en esta segunda vuelta. Eligió a<br />

Ambrosio, pero el Superior interfirió.<br />

Entretanto, aseguradas las puertas, los tres sacerdotes se desnudaron, ofreciendo así a<br />

la mirada de Bella tres vigorosos campeones en la plenitud de la vida, armado cada uno de<br />

ellos con un membrudo dardo que, una vez más, surgía enhiesto de su parte frontal, y que<br />

oscilaba amenazante.<br />

—~Uf! ;Vaya monstruos! —exclamó la jovencita, cuya vergüenza no le impedía ir<br />

tentando, alternativamente, cada uno de aquellos temibles aparatos.<br />

A continuación la sentaron en el borde de la mesa, y uno tras otro succionaron sus<br />

partes nobles, describiendo círculos con sus cálidas lenguas en torno a la húmeda<br />

hendidura colorada. en la que poco antes habían apaciguado su lujuria. Bella se abandonó<br />

complacida a este juego, y abrió sus piernas cuanto pudo para agradecerlo.<br />

—Sugiero que nos lo chupe uno tras otro —propuso el Superior.<br />

—Bien dicho —corroboró el padre Clemente, el pelirrojo de temible erección—.<br />

Pero hasta el final. Yo quiero poseerla una vez mas.<br />

—<strong>De</strong> ninguna manera, Clemente —dijo el Superior—. Ya lo hiciste dos veces; ahora<br />

tienes que pasar a través de su garganta, o conformarte con nada.<br />

Bella no quería en modo alguno verse sometida a otro ataque de parte de Clemente,<br />

por lo cual cortó la conversación por lo sano asiendo su voluminoso miembro, e<br />

introduciendo lo más que pudo de él entre sus lindos labios.<br />

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