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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

Mientras tanto Julia tendría que ser preparada gradualmente y en secreto sobre lo que<br />

iba a ocurrir, sin mencionar, naturalmente, el final catastrófico y la persona que en realidad<br />

consumaría el acto. En este aspecto, el padre Ambrosio se sentía en su elemento, y por<br />

medio de preguntas bien encaminadas y de gran número de explicaciones en el<br />

confesionario, en realidad innecesarias, había ya puesto a la muchacha en antecedentes de<br />

cosas en las que nunca antes había soñado, todo lo cual Bella se habría apresurado a<br />

explicar y confirmar.<br />

Todos los detalles fueron acordados finalmente en una reunión con junta, y la<br />

consideración del caso despertó por anticipado apetitos tan violentos en ambos hombres,<br />

que se dispusieron a celebrar su buena suerte entregándose a la posesión de la linda y joven<br />

Bella con una pasión nunca alcanzada hasta aquel entonces.<br />

La damita, por su parte, tampoco estaba renuente a prestarse a las fantasías, y como<br />

quiera que en aquellos momentos estaba tendida sobre el blando sofá con un endurecido<br />

miembro en cada mano, sus emociones subieron de intensidad, y se mostraba ansiosa de<br />

entregarse a los vigorosos brazos que sabía estaban a punto de reclamaría.<br />

Como de costumbre, el padre Ambrosio fue el primero. La volteó boca abajo,<br />

haciéndola que exhibiera sus rollizas nalgas lo más posible. Permaneció unos momentos<br />

extasiado en la contemplación de la deliciosa prospectiva, y de la pequeña y delicada<br />

rendija apenas visible debajo de ellas. Su arma, temible y bien aprovisionada de esencia, se<br />

enderezó bravamente, amenazando las dos encantadoras entradas del amor.<br />

El señor Verbouc, como en otras ocasiones, se aprestaba a ser testigo del<br />

desproporcionado asalto, con el evidente objeto de desempeñar a continuación su papel<br />

favorito.<br />

El padre Ambrosio contempló con expresión lasciva los blancos y redondeados<br />

promontorios que tenía enfrente. Las tendencias clericales de su educación lo invitaban a la<br />

comisión de un acto de infidelidad a la diosa, pero sabedor de lo que esperaba de él su<br />

amigo y patrono, se contuvo por el momento.<br />

—Las dilaciones son peligrosas —dijo—. Mis testículos están repletos, la querida<br />

niña debe recibir su contenido, y usted, amigo mío, tiene que deleitarse con la abundante<br />

lubricación que puedo proporcionarle.<br />

Esta vez, cuando menos, Ambrosio no había dicho sino la verdad. Su poderosa<br />

arma, en cuya cima aparecía la chata y roja cabeza de amplias proporciones, y que daba la<br />

impresión de un hermoso fruto en sazón, se erguía frente a su vientre, y sus inmensos<br />

testículos, pesados y redondos, se veían sobrecargados del venenoso licor que se<br />

aprestaban a descargar. <strong>Una</strong> espesa y opaca gota —un auant courrier del chorro que había<br />

de seguir— asomó a la roma punta de su pene cuando, ardiendo en lujuria el sátiro se<br />

aproximaba a su víctima.<br />

Inclinando rápidamente su enorme dardo, Ambrosio llevó la gran nuez de su<br />

extremidad junto a los labios da la tierna vulva de Bella, y comenzó a empujar hacia<br />

adentro.<br />

—¡Oh, qué dura! ¡Cuán grande es! —comentó Bella—. ¡Me hacéis daño! ¡Entra<br />

demasiado aprisa! ¡Oh, detenéos!<br />

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