Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
<strong>De</strong> pronto, exhalando un profundo suspiro, el Superior llegó al final, y Bella sintió su<br />
sexo rápidamente invadido por la leche.<br />
No pudo resistir más y se vino abundantemente, mezclándose su derrame con los de<br />
sus asaltantes.<br />
Ambrosio, empero, no había malgastado todos sus recursos, y seguía manteniendo a<br />
la linda muchacha fuertemente empalada.<br />
Clemente no pudo resistir la oportunidad que le ofrecía el hecho de que el Superior se<br />
hubiera retirado para asearse, y se lanzó sobre el regazo de Bella para conseguir casi<br />
enseguida penetrar en su interior, ahora liberalmente bañado de viscosos residuos.<br />
Con todo y lo enorme que era el monstruo del pelirrojo, Bella encontré la manera de<br />
recibirlo y durante unos cuantos de los minutos que siguieron no se oyó otra cosa que los<br />
suspiros y los voluptuosos quejidos de los combatientes.<br />
En un momento dado sus movimientos se hicieron más agitados. Bella sentía como<br />
que cada momento era su último instante. El enorme miembro de Ambrosio estaba<br />
insertado en su conducto posterior hasta los testículos, mientras que el gigantesco tronco de<br />
Clemente echaba espuma de nuevo en el interior de su vagina.<br />
La joven era sostenida por los dos hombres, con los pies bien levantados del suelo, y<br />
sustentada por la presión, ora del (rente, ora de atrás, como resultado de las embestidas con<br />
que los sacerdotes introducían sus excitados miembros por sus respectivos orificios.<br />
Cuando Bella estaba a punto de perder el conocimiento, advirtió por el jadeo y la<br />
tremenda rigidez del bruto que tenía delante, que éste estaba a punto de descargar, y unos<br />
momentos después sintió la cálida inyección de flujo que el gigantesco pene enviaba en<br />
viscosos chorros.<br />
—¡Ah...! ¡Me vengo! —gritó Clemente, y diciendo esto inundó el interior de Bella,<br />
con gran deleite de parte de ésta.<br />
—¡A mí también me llega! —gritó Ambrosio, alojando más adentro su poderoso<br />
miembro, al tiempo que lanzaba un chorro de leche dentro de los intestinos de Bella.<br />
Así siguieron ambos vomitando el prolífico contenido de sus cuerpos en el interior<br />
del de Bella, a la que proporcionaron con esta doble sensación un verdadero diluvio de<br />
goces.<br />
Cualquiera puede comprender que una pulga de inteligencia mediana tenía que estar<br />
ya asqueada de espectáculos tan desagradables como los que presencié y que creí era mi<br />
deber revelarlos. Pero ciertos sentimientos de amistad y de simpatía por la joven Bella me<br />
impulsaron a permanecer aún en su compañía.<br />
Los sucesos vinieron a darme la razón y, como veremos mas tarde, determinaron mis<br />
movimientos en el futuro.<br />
No habían transcurrido más de tres días cuando la joven, a petición de ellos, se reunió<br />
con los tres sacerdotes en el mismo lugar.<br />
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