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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

—¡Piedad, por favor!<br />

Clemente embistió duro y rápido, empujón tras empujón al mismo tiempo que giraba<br />

y se contorsionaba sobre el muelle cuerpo de la muchacha, y sufría un verdadero ataque de<br />

lujuria. Su enorme pene amenazaba estallar por la intensidad de su placer y el<br />

enloquecedor deleite del momento.<br />

—Ahora por fin te estoy jodiendo.<br />

— ¡Jodedme! —Murmuró Bella, abriéndose todavía más de piernas, a medida que la<br />

intensidad de las sensaciones se iban posesionando de su persona—. ¡Jodedme bien! ¡Más<br />

duro!<br />

Y con un hondo gemido de placer inundó a su brutal violador con una copiosa<br />

descarqa, al propio tiempo que se arrojaba hacia adelante para recibir una formidable<br />

embestida del hombre.<br />

Las piernas de Bella se flexionaban espasmódicamente cuando Clemente se lanzó<br />

entre ellas, siguió metiendo y sacando su largo y ardiente miembro entre las mismas, con<br />

movimientos lujuriosos. Algunos suspiros mezclados con besos de los apretados labios del<br />

lascivo invasor; unos quejidos de pacer y las rápidas vibraciones del armazón de la cama,<br />

todo ello denunciaba la excitación de la escena.<br />

Clemente no necesitaba incentivos. La eyaculación de su complaciente compañera le<br />

había proporcionado el húmedo medio que deseaba, y se aprovechó del mismo para iniciar<br />

una serie de movimientos de entrada y salida que causaron a Bella tanto placer como dolor.<br />

La muchacha lo secundó con todas sus fuerzas. Atiborrada por completo, suspiraba<br />

hondo y se estremecía bajo sus firmes embestidas. Su respiración se convirtió en un<br />

estertor; se cerraron sus-ojos por efecto del brutal placer que experimentaba en un casi<br />

ininterrumpido espasmo de la emisión. Las posaderas de su rudo amante se abrían y<br />

cerraban a cada nuevo esfuerzo que hacia para asestar estocadas en el cuerpo de la linda<br />

chiquilla.<br />

<strong>De</strong>spués de mucho batallar se detuvo un momento.<br />

— Ya no puedo aguantar más, me voy a venir. Toma mi leche, Bella. Vas a recibir<br />

torrentes de ella, ricura.<br />

Bella lo .sabía. Todas las venas de su monstruoso cara jo estaban henchidas a su<br />

máxima tensión. Resultaba insoportablemente grande. Parecía el gigantesco miembro de<br />

un asno.<br />

Clemente empezó a moverse de nuevo. <strong>De</strong> sus labios caía la saliva. Con una<br />

sensación de éxtasis, Bella esperaba la corriente seminal.<br />

Clemente asestó uno o dos golpes cortos, pero profundos, lanzó un gemido y se<br />

quedó rígido, estremeciéndose sólo ligeramente de pies a cabeza, y a continuación salió de<br />

su yerga un tremendo chorro de semen que inundó la matriz de la jovencita. El gran bruto<br />

enterró su cabeza en las almohadas, hizo un postrer esfuerzo para adentrarse más en ella,<br />

apoyándose con los pies en el pie de la cama.<br />

—¡Oh, la leche! —chilló Bella—. ¡La siento! ¡Qué torrente! ¡Oh, dádmela! ¡Padre<br />

santo, qué placer!<br />

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