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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

El contorsionado cuerpo de Bella, sus ojos vidriosos y sus manos temblorosas,<br />

revelaban a las claras su estado, sin necesidad de que lo delatara también el susurro de<br />

éxtasis que se escapaba trabajosamente de sus labios temblorosos.<br />

La masa entera de aquella potente arma, ahora bien lubricada, trabajaba<br />

deliciosamente en sus juveniles partes. La excitación de Ambrosio iba en aumento por<br />

momentos, y su miembro, rígido como el hierro, amenazaba a cada empujón con descargar<br />

su viscosa esencia.<br />

—¡Oh, no puedo aguantar más! ¡Siento que me viene la leche, Verbouc! Tiene usted<br />

que joderla. Es deliciosa. Su vaina me ajusta como un guante. ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!<br />

Más vigorosas y más frecuentes embestidas —un brinco poderoso— una verdadera<br />

sumersión del robusto hombre dentro de la débil figurita de ella, un abrazo apretado, y<br />

Bella, con inefable placer, sintió la cálida inyección que su violador derramaba en chorros<br />

espesos y viscosos muy adentro de sus tiernas entrañas.<br />

Ambrosio retiro su vaporizante pene con evidente desgano, dejando expuestas las<br />

relucientes partes de la jovencita, de las cuales manaba una espesa masa de secreciones.<br />

—Bien —exclamó Verbouc, sobre quien la escena había producido efectos<br />

sumamente excitantes—. Ahora me llegó el turno, buen padre Ambrosio. Ha gozado usted<br />

a mi sobrina bajo mis ojos conforme lo deseaba, y a fe mía que ha sido bien violada. Ella<br />

ha compartido los placeres con usted; mis previsiones se han visto confirmadas; puede<br />

recibir y puede disfrutar, y uno puede saciarse en su cuerpo. Bien. Voy a empezar. Al fin<br />

llegó mi oportunidad; ahora no puede escapárseme. Daré satisfacción a un deseo<br />

largamente acariciado. Apaciguaré esa insaciable sed de lujuria que despierta en mí la hija<br />

de mí hermano. Observad este miembro; ahora levanta su roja cabeza. Expresa mi deseo<br />

por ti, Bella. Siente, mi querida sobrina, cuánto se han endurecido los testículos de tu tío.<br />

Se han llenado para ti.<br />

Eres tú quien ha logrado que esta cosa se haya agrandado y enderezado tanto: eres tú<br />

la destinada a proporcionarle alivio. ¡<strong>De</strong>scubre su cabeza, Bella! Tranquila, mi chiquilla;<br />

permitidme llevar tu mano. ¡Oh, déjate de tonterías! Sin rubores ni recato. Sin resistencia.<br />

¿Puedes advertir su longitud? Tienes que recibirlo todo en esa caliente rendija que el padre<br />

Ambrosio acaba de rellenar tan bien. ¿Puedes ver los grandes globos que penden por<br />

debajo, Bella? Están llenos del semen que voy a descargar para goce tuyo y mío. Sí, Bella,<br />

en el vientre de la hija de mi hermano.<br />

La idea del terrible incesto que se proponía consumar ana-día combustible al fuego<br />

de su excitación, y le provocaba una superabundante sensación de lasciva impaciencia,<br />

revelada tanto por su enrojecida apariencia, como por la erección del dardo con el que<br />

amenazaba las húmedas partes de Bella.<br />

El señor Verbouc tomó medidas de seguridad. No había, en realidad, y tal como lo<br />

había dicho, escapatoria para Bella. Se subió sobre su cuerpo y le abrió las piernas,<br />

mientras Ambrosio la mantenía firmemente sujeta. El violador vio llegada la oportunidad.<br />

El camino estaba abierto, los blancos muslos bien separados, los rojos y húmedos labios<br />

del coño de la linda jovencita frente a él. No podía esperar más. Abriendo los labios del<br />

sexo de su sobrina, y apuntando la roja cabeza de su arma hacia la prominente vulva, se<br />

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