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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

Lamiendo y succionando, deslizando con lentos y deliciosos movimientos la piel que<br />

rodeaba el rojo y sensible lomo de la tremenda yerga, Bella estaba provocando unos<br />

resultados que ella sabía no iban a dilatar mucho en producirse.<br />

—¡Ah, madre santa! ¡Casi me estoy viniendo! Siento.,. ¡Oh. chupa ahora! ¡Vas a<br />

recibirlo!<br />

Clemente alzó sus brazos al aíre, su cabeza cayó hacía atrás, abrió las piernas, se<br />

retorcieron convulsivamente sus manos, quedaron en blanco sus ojos, y Bella sintió que un<br />

fuerte espasmo recorría el monstruoso pene.<br />

Momentos después fue casi derribada de espaldas por el chorro continuo que como<br />

un torrente arrojaban los órganos genitales del cura y le corrían garganta abajo.<br />

No obstante todos sus deseos y esfuerzos, la voraz muchacha no pudo evitar que un<br />

chorro escapara por la comisura de sus labios cuando Clemente, fuera de sí por efecto del<br />

placer, empujaba hacia adelante con sacudidas sucesivas, con cada una de las cuales<br />

enviaba a la garganta de ella un nuevo chorro de leche. Bella resistió todos sus empellones,<br />

y se mantuvo asida al arma de la que manaban aquellos borbotones, hasta que todo hubo<br />

terminado.<br />

—¿Cuánto dijisteis? —musitó ella—. ¿<strong>Una</strong> taza de té llena? Fueron dos.<br />

—¡Adorable criatura! —exclamó Clemente cuando al fin pudo recuperar el aliento—.<br />

¡Qué placer tan divino me proporcionaste! Ahora me toca a mí, y tienes que permitirme<br />

examinar todas estas cositas tuyas que tanto adoro.<br />

—¡Ah, qué delicioso fue! Estoy casi ahogada —comentó Bella—. ¡Cuán viscosa era!<br />

¡Dios mío, qué cantidad!<br />

—Sí, lindura. Te la prometí toda, y me excitaste de tal modo que de seguro recibiste<br />

una buena dosis. Fluía a borbotones.<br />

—Sí, efectivamente así fue.<br />

—Ahora verás qué buena lamida te doy, y cuán deliciosa-. mente te joderé después.<br />

Uniendo la acción a la palabra, el sensual cura se colocó entre los muslos de Bella,<br />

blancos como la leche, y adelantando su cara hacia ellos introdujo su lengua entre los<br />

labios de la roja grieta. <strong>De</strong>spués, moviéndola en torno al endurecido clítoris, la obsequió<br />

con un cosquilleo tan exquisito, que la muchacha difícilmente podía contener sus gritos.<br />

—¡Oh, Dios mío! ¡Me chupas la vida! ¡Oh...! Estoy... ¡Voy a venirme! ¡Me. vengo!<br />

Y con un repentino movimiento de avance hacia la activa lengua, Bella se vino<br />

abundantemente en el rostro de Clemente, el que recibió lo más que pudo dentro de su<br />

boca, con epicúreo deleite.<br />

<strong>De</strong>spués el cura se alzó. Su enorme pene, que se había apenas reblandecido, se<br />

encontraba otra vez en tensión viril, y emergía ante él en estado de terrible erección.<br />

Literalmente resoplaba de lujuria a la vista de la bella y bien dispuesta muchacha.<br />

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