Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
—<strong>De</strong> todos modos puedes exponérmelo —replicó Verbouc—. Soy todo oídos, y me<br />
interesa mucho saber cuál es la razón, según tú.<br />
—Mí razón, o quizá debiera decir mis razones —observó el padre Ambrosio— te<br />
resultarán evidentes cuando conozcas mi hipótesis.<br />
<strong>De</strong>spués, tomando un poco de rapé —lo cual era un hábito suyo cuando estaba<br />
entregado a alguna reflexión importante— prosiguió:<br />
—El placer sensual debe estar siempre en proporción a las circunstancias que se<br />
supone lo producen. Y esto resulta paradójico, ya que cuando más nos adentramos en la<br />
sensualidad y cuanto más voluptuosos se hacen nuestros gustos, mayor necesidad hay de<br />
introducir variación en dichas circunstancias.<br />
Hay que entender bien lo que quiero decir, y por ello trataré de explicarme más<br />
claramente. ¿Por qué tiene que cometer un hombre una violación, cuando está rodeado de<br />
mujeres deseosas de facilitarle el uso de su cuerpo? Simplemente porque no le satisface<br />
estar de acuerdo con la parte opuesta en la satisfacción de sus apetitos.<br />
Precisamente es en la [alta de Consentimiento donde encuentra el placer. No cabe<br />
duda de que en ciertos momentos un hombre de mente cruel, que busca sólo su satisfacción<br />
sensual y no encuentra una mujer que se preste a saciar sus apetitos, viola a una mujer o<br />
una niña, sin mayor motivo que la inmediata satisfacción de los deseos que lo enloquecen;<br />
pero escudriña en los anales de tales delitos, y encontrarás que la mayor parte de ellos son<br />
el resultado de designios deliberados, planeados y ejecutados en circunstancias que<br />
implican el acceso legal y fácil de medios de satisfacción. La oposición al goce proyectado<br />
sirve para abrir el apetito sexual, y añadir al acto características de delito, o de violencia<br />
que agregan un deleite que de otro modo no existiría. Es malo, está prohibido, luego vale la<br />
pena perseguirlo; se convierte en una verdadera obsesión poder alcanzarlo.<br />
—¿Por qué, también —siguió diciendo— un hombre de constitución vigorosa y<br />
capaz de proporcionar satisfacción a una mujer adulta prefiere una criatura de apenas<br />
catorce años? Contestó: porque el deleite lo encuentra en lo anormal de la situación, que<br />
proporciona placer a su imaginación, y constituye una exacta adaptación a las<br />
circunstancias de que hablaba. En efecto, lo que trabaja es, desde luego, la imaginación. La<br />
ley de los contrastes opera lo mismo en este caso como en todos los demás.<br />
La simple diferencia de sexos no le basta al sibarita; le es necesario añadir otros<br />
contrastes especiales para perfeccionar la idea que ha concebido. Las variantes son<br />
infinitas, pero todas están regidas por la misma norma; los hombres altos prefieren las<br />
mujeres pequeñas; los bien parecidos, las mujeres feas; los fuertes seleccionan a las<br />
mujeres tiernas y endebles, y éstas, a la inversa, anhelan compañeros robustos y vigorosos.<br />
Los dardos de Cupido llevan la incompatibilidad en sus puntas, y su plumaje es el de las<br />
más increíbles incongruencias.<br />
Nadie, salvo los animales inferiores, los verdaderos brutos, se entregan a la cópula<br />
indiscriminada con el sexo opuesto, e incluso éstos manifiestan a veces preferencias y<br />
deseos tan irregulares como los de los hombres. ¿Quién no ha visto el comportamiento<br />
fuera de lo común de una pareja de perros callejeros, o no se ha reído de los apuros de la<br />
vieja vaca que, llevada al mercado con su rebaño, desahoga sus instintos sexuales<br />
montándose sobre el lomo de su vecina más próxima?<br />
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