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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

Mientras tales escenas se desarrollaban en aquella casa, otra muy diferente tenía lugar<br />

en la alcoba del señor Verbouc, y cuando tres días más tarde el padre Ambrosio regresaba<br />

de otra de sus ausencias, encontró a su amigo y protector al borde de la muerte.<br />

<strong>Una</strong>s pocas horas bastaron para poner término a la vida y aventuras de tan excéntrico<br />

caballero.<br />

<strong>De</strong>spués de su deceso su viuda, que nunca se distinguió por sus luces intelectuales,<br />

comenzó a presentar síntomas de locura, y en el paroxismo de su desvarío nunca dejaba de<br />

llamar al sacerdote. Pero cuando en cierta ocasión un anciano y respetable padre fue<br />

llamado de urgencia, la buena señora negó indignada que aquel hombre pudiera ser un<br />

sacerdote, y pidió a gritos que se le enviara “el del gran instrumento”. Su lenguaje y su<br />

comportamiento fueron motivo de escándalo general, por lo que se la tuvo que encerrar en<br />

un asilo, en el que sigue delirando en demanda del gran pene.<br />

Bella, que de esta suerte se quedó sin protectores, bien pronto prestó oídos a los<br />

consejos de su confesor, y aceptó tomar los velos.<br />

Julia, huérfana también, resolvió compartir la suerte de su amiga, y como quiera que<br />

su madre otorgó enseguida su consentimiento, ambas jóvenes fueron recibidas en los<br />

brazos de la Santa Madre Iglesia el mismo día, y una vez pasado el noviciado hicieron a un<br />

tiempo los votos definitivos.<br />

Cómo fueron observados estos votos de castidad no es cosa que yo, una humilde<br />

pulga, deba juzgar. Únicamente puedo decir que al terminar la ceremonia ambas<br />

muchachas fueron trasladadas privadamente al seminario, en el que las aguardaban catorce<br />

curas.<br />

Sin darles apenas tiempo a las nuevas devotas a desvestirse, los canallas,<br />

enfervorecidos por la perspectiva de tan preciada recompensa, se lanzaron sobre ellas, y<br />

uno tras otro saciaron su diabólica lujuria.<br />

Bella recibió arriba de veinte férvidas descargas en todas las posturas imaginables, y<br />

Julia, apenas menos vigorosamente asaltada, acabó por desmayarse, exhausta por la rudeza<br />

del trato a que se vio sometida.<br />

La habitación estaba bien asegurada, por lo que no había que temer interrupciones, y<br />

la sensual comunidad, reunida para honrar a las recién admitidas hermanas, disfrutó de sus<br />

encantos a sus anchas.<br />

También Ambrosio estaba allí, ya que hacía tiempo que se había convencido de la<br />

imposibilidad de conservar a Bella para él solo, y a mayor abundamiento temía la<br />

animosidad de sus cofrades<br />

.<br />

Clemente también formaba parte de su equipo, y su enorme miembro causaba<br />

estragos en los juveniles encantos que atacaba.<br />

El Superior tenía asimismo oportunidad de dar rienda suelta a sus perversos gustos, y<br />

ni siquiera la recién desflorada y débil Julia escapó a la ordalía de sus ataques. Tuvo que<br />

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