Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres
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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />
Bella advirtió la situación: ni sus miradas ansiosas, ni su evidente erección, que el<br />
padre no se preocupaba por disimular, podían escapársele. Pero pensó en avivar<br />
mayormente su deseo, antes que en apaciguarlo.<br />
Sin embargo, pronto demostró Ambrosio que no requería incentivos mayores, y<br />
deliberadamente exhibió su arma, bárbaramente dilatada en forma tal, que su sola vista<br />
despertó deseos frenéticos en Bella. En cualquiera otra ocasión Ambrosio hubiera sido<br />
mucho más prudente en darse gusto, pero en esta oportunidad sus alborotados sentidos<br />
habían superado su capacidad de controlar el deseo de regodearse lo antes posible en los<br />
juveniles encantos que se le ofrecían.<br />
Estaba ya sobre su cuerpo. Su gran humanidad cubría por completo el cuerpo de ella.<br />
Su miembro en erección se clavaba en el vientre de Bella, cuyas ropas estaban recogidas<br />
hasta la cintura.<br />
Con una mano temblorosa llegó Ambrosio al centro de la hendidura objeto de su<br />
deseo; ansiosamente llevó la punta caliente y carmesí hacia los abiertos y húmedos labios.<br />
Empujó, luchó por entrar.., y lo consiguió. La inmensa máquina entró con paso lento pero<br />
firme. La cabeza y parte del miembro ya estaban dentro.<br />
<strong>Una</strong>s cuantas firmes y decididas embestidas completaron la conjunción, y Bella<br />
recibió en toda su longitud el inmenso y excitado miembro de Ambrosio. El estuprador<br />
yacía jadeante sobre ella, en completa posesión de sus más íntimos encantos.<br />
Bella, dentro de cuyo vientre se había acomodado aquella vigorosa masa, sentía al<br />
máximo los efectos del intruso, cálido y palpitante.<br />
Entretanto Ambrosio había comenzado a moverse hacia atrás y hacia adelante. Bella<br />
trenzó sus blancos brazos en torno a su cuello, y enroscó sus lindas piernas enfundadas en<br />
seda sobre sus espaldas, presa de la mayor lujuria.<br />
—¡Qué delicia! —murmuró Bella, besando arrolladoramente sus gruesos labios—.<br />
Empujad más.., todavía más. ¡Oh, cómo me forzáis a abrirme, y cuán largo es! ¡Cuán<br />
cálido. cuan.., oh... oh!<br />
Y soltó un chorro de su almacén, en respuesta a las embestidas del hombre, al mismo<br />
tiempo que su cabeza caía hacia atrás y su boca se abría en el espasmo del coito.<br />
El sacerdote se contuvo e hizo una breve pausa. Los latidos de su enorme miembro<br />
anunciaban suficientemente el estado en que el mismo se encontraba, y quería prolongar su<br />
placer hasta el máximo.<br />
Bella comprimió el terrible dardo introducido hasta lo más intimo de su persona, y<br />
sintió crecer y endurecerse todavía más, en tanto que su enrojecida cabeza presionaba su<br />
juvenil matriz.<br />
Casi inmediatamente después su pesado amante, incapaz de controlarse por más<br />
tiempo, sucumbió a la intensidad de las sensaciones, y dejó escapar el torrente de su<br />
viscoso líquido.<br />
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