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Memorias De Una Pulga - AMPA Severí Torres

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<strong>Memorias</strong> <strong>De</strong> <strong>Una</strong> <strong>Pulga</strong><br />

consecuencias que acarrearía el que el hecho llegase a conocimiento de tu tío. Sin<br />

embargo, la primera condición necesaria para que podamos seguir este camino es la<br />

obediencia absoluta.<br />

Bella, aliviada de su angustia al oír que había un camino de salvación, prometió en el<br />

acto obedecer ciegamente las órdenes de su padre espiritual.<br />

La jovencita estaba arrodillada a sus pies. El padre Ambrosio inclinó su gran cabeza<br />

sobre la postrada figura de ella. Un tinte de color enrojecía sus mejillas, y un fuego extraño<br />

iluminaba sus ojos. Sus manos temblaban ligeramente cuando se apoyaron sobre los<br />

hombros de su penitente, pero no perdió su compostura. Indudablemente su espíritu estaba<br />

conturbado por el conflicto nacido de la necesidad de seguir adelante con el cumplimiento<br />

estricto de su deber, y los tortuosos pasos con que pretendía evitar su cruel exposición.<br />

El santo padre comenzó luego un largo sermón sobre la virtud de la obediencia, y de<br />

la absoluta sumisión a las normas dictadas por el ministro de la santa iglesia.<br />

Bella reiteró la seguridad de que seria muy paciente, y de que obedecería todo cuanto<br />

se le ordenara.<br />

Entretanto resultaba evidente para mí que el sacerdote era víctima de un espíritu<br />

controlado pero rebelde, que a veces asomaba en su persona y se apoderaba totalmente de<br />

ella, reflejándose en sus ojos centelleantes y sus apasionados y ardientes labios.<br />

El padre Ambrosio atrajo más y más a su hermosa penitente, hasta que sus lindos<br />

brazos descansaron sobre sus rodillas y su rostro se inclinó hacia abajo con piadosa<br />

resignación, casi sumido entre sus manos.<br />

—Y ahora, hija mía —siguió diciendo el santo varón— ha llegado el momento de<br />

que te revele los medios que me han sido señalados por la Virgen bendita como los únicos<br />

que me autorizan a absolverte de la ofensa. Hay espíritus a quienes se ha confiado el alivio<br />

de aquellas pasiones y exigencias que la mayoría de los siervos de la iglesia tienen<br />

prohibido confesar abiertamente, pero que sin duda necesitan satisfacer. Se encuentran<br />

estos pocos elegidos entre aquellos que ya han seguido el camino del desahogo carnal. A<br />

ellos se les confiere el solemne y sagrado deber de atenuar los deseos terrenales de nuestra<br />

comunidad religiosa, dentro del más estricto secreto.<br />

Con voz temblorosa por la emoción, y al tiempo que sus amplias manos descendían<br />

de los hombros de la muchacha hasta su cintura, el padre susurró:<br />

—Para ti, que ya probaste el supremo placer de la copulación, está indicado el<br />

recurso a este sagrado oficio. <strong>De</strong> esta manera no sólo te será borrado y perdonado el<br />

pecado cometido, sino que se te permitirá disfrutar legítimamente de esos deliciosos<br />

éxtasis, de esas insuperables sensaciones de dicha arrobadora que en todo momento<br />

encontrarás en los brazos de sus fieles servidores. Nadarás en un mar de placeres sensuales,<br />

sin incurrir en las penalidades resultantes de los amores ilícitos. La absolución seguirá a<br />

cada uno de los abandonos de tu dulce cuerpo para recompensar a la iglesia a través de sus<br />

ministros, y serás premiada y sostenida en tu piadosa labor por la contemplación —o mejor<br />

dicho, Bella, por la participación en ellas— de las intensas y fervientes emociones que el<br />

delicioso disfrute de tu hermosa persona tiene que provocar.<br />

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