16.05.2013 Views

Benito Cereno - Lom Ediciones

Benito Cereno - Lom Ediciones

Benito Cereno - Lom Ediciones

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El rey de la máscara de oro<br />

Marcel Schwob<br />

El rey enmascarado de oro se alzó del negro trono en el que estaba sentado desde<br />

hacía horas y preguntó la causa del tumulto. Los guardias de las puertas habían<br />

cruzado las picas y se oía en trechocar el hierro. Alrededor del brasero de bronce también<br />

se alzaron los cincuenta sacerdo tes situados a la derecha y los cincuenta bufones<br />

situados a la izquierda, y las mujeres agitaban las manos en semicírculo ante el rey. La<br />

llama rosa y púrpura que relumbraba en la alambrera de bronce del brasero hacía brillar<br />

las máscaras de los rostros. Imitando al descarnado rey, mu jeres, bufones y sacerdotes<br />

llevaban inmutables caras de plata, cobre, madera y tela. Las másca ras de los bufones<br />

se abrían de risa, mientras que las máscaras de los sacerdotes se oscurecían de preocupación.<br />

Cincuenta rostros sonrientes fl ore cían a la izquierda y cincuenta rostros tristes<br />

fruncían el ceño a la derecha. No obstante, los claros tejidos que cubrían la cara de las<br />

mujeres imitaban rostros eternamente graciosos y anima dos por una sonrisa artifi cial.<br />

Pero la máscara de oro del rey era majestuosa, noble y verdade ramente real.<br />

Ahora bien, el rey se mantenía silencioso y a causa de ese silencio se parecía a la raza de<br />

reyes de la cual era el último. En otro tiempo la ciudad estuvo gobernada por príncipes<br />

que llevaban la faz descubierta, pero largo tiempo atrás había surgido una amplia horda<br />

de reyes enmascara dos. Ningún hombre había visto la cara de los reyes e incluso los<br />

sacerdotes ignoraban la razón. Pero en tiempos remotos se dio la orden de cu brir los<br />

rostros de todos los que acudían a la re sidencia real y aquella familia de reyes solo conocía<br />

las máscaras de los hombres.<br />

Mientras se estremecían los hierros de los guar dias de la puerta y retumbaban sus sonoras<br />

ar mas, el rey preguntó con voz grave:<br />

–¿Quién osa turbarme a la hora en la que me siento entre mis sacerdotes, mis bufones<br />

y mis mujeres?<br />

Los guardias respondieron temblorosos:<br />

–Muy absoluto rey, máscara de oro, es un hom bre miserable vestido de larga túnica;<br />

parece uno de esos piadosos mendigos que vagan por la comarca y lleva la cara descubierta.<br />

–Dejen entrar a ese mendigo –dijo el rey.<br />

- 132 -<br />

A Anatole France

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!