Benito Cereno - Lom Ediciones

Salustio (Sorprendido) ¿La rosita?
Trúbico Claro. La cirrosis. Si a nosotros nos corre puro tintín por las venas…
Salustio (Insistente) Quiubo, ¿vamos o no vamos?
Trúbico (Convenciéndose de a poco) En todo caso sería más conveniente echarse
unas piedras al bolsillo… Yo tengo el recelo…
Salustio ¿Y para qué necesita las piedras?
Trúbico Para no elevarnos a las alturas después que los vampiros nos saquen
hasta la última gota de sangre.
Salustio También es cierto. “Ele jota”, entonces. Ánimo, compadre.
Llegan a la clínica y son recibidos por una enfermera. Al centro de la
sala, una mesa con flores que Salustio olfatea apenas llega. Se ven
varios compartimientos cortos, como W.C. públicos, destacándose los
zapatos de los usuarios. Cada compartimiento tiene un letrero en la
puerta CRESPOS OJITOS AZULES MELLIZOS NEGRITOS PERO SIM-
PÁTICOS ZURDOS
En una de las paredes cuelga la imagen de la Virgen María con un
rostro que simboliza la inocencia más completa. La enfermera que los
atiende es una mujer de 24 años, regular estatura, busto prominente.
La reacción de ambas partes resulta un tanto ridícula. El Salustio y El
Trúbico no pueden controlar un exagerado Ohhhhhh! de admiración
por la belleza de la mujer vestida de blanco y –como es lógico– El Salustio
clava sus ojos en su escote.
Salustio (Cohibido, ingenuo) ¿Aquí es el hotel donde…?
Trúbico (Pegándole un codazo) Si no es hotel. Es hospital…
Enfermera (Mundana) Pasen, pasen, caballeros.
Salustio (En el colmo de la honradez) Nosotros no somos caballeros, pero igual
vamos a pasar…
Enfermera (Tono profesional) ¿Ustedes son dadores?
Salustio Ni que fuera adivina. ¿Se nos nota? A sus órdenes para hacerle el favor,
señorita…
Enfermera (Coqueta) ¡Uy, pero aquí con tanta luz y sin anestesia! ¡Fíjese que no
me atrevo!…
Salustio (Lanzado) Cuando usted diga estaríamos en condiciones de volarle la
cofia.
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