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Benito Cereno - Lom Ediciones

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Es necesario que se admita, pues, que el rechazo a legitimar el crimen nos obliga a<br />

reconsiderar nuestra idea de utopía. Con relación a esto, nos parece que se puede<br />

decir lo siguiente: la utopía es lo que está en contradicción con la realidad. Desde este<br />

punto de vista, sería totalmente utópico querer que nadie mate a nadie. Es la utopía<br />

absoluta. Mas pedir que no se legitime el crimen es mucho menos utópico. Por otra<br />

parte, las ideologías marxista y capitalista, basadas las dos en la idea de progreso,<br />

convencidas ambas de que la aplicación de sus principios debe conducir inevitablemente<br />

al equilibrio de la sociedad, son utopías de un grado mucho más alto. Además,<br />

están costándonos muy caro.<br />

De todo esto se puede deducir que en los años venideros la lucha se entablará no<br />

entre las fuerzas de la utopía y las de la realidad, sino entre diferentes utopías que<br />

tratan de insertarse en la realidad y entre las cuales solo se trata de elegir las menos<br />

costosas. Estoy convencido de que no podemos ya tener la esperanza razonable de<br />

salvarlo todo, pero, al menos, podemos proponernos salvar vidas para que el futuro<br />

siga siendo posible.<br />

Se advierte, por consiguiente, que el hecho de rechazar la legitimación del crimen<br />

no es más utópico que las actitudes realistas de hoy. La cuestión consiste en saber<br />

si estas últimas son más costosas. Es un problema que también debemos resolver,<br />

y entonces se me excusará el pensar que se puede ser útil al definir, en relación con<br />

la utopía, las condiciones que son necesarias para pacificar a los individuos y a las<br />

naciones. Esta reflexión, si se hace sin temor y sin pretensiones, puede contribuir a<br />

crear las condiciones de un pensamiento justo y de un acuerdo provisional entre los<br />

que no quieren ser víctimas ni verdugos. Por supuesto que no se trata de definir en los<br />

siguientes artículos una posición absoluta, sino solamente de corregir algunas ideas<br />

hoy tergiversadas y tratar de plantear el problema de la utopía tan correctamente<br />

como sea posible. Se trata, en suma, de definir las condiciones de un pensamiento<br />

político modesto, es decir, liberado de todo mesianismo y emancipado de la nostalgia<br />

del paraíso terrenal.<br />

Ni víctimas ni verdugos. Santiago: Editorial Espíritu Libertario, 2003.<br />

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