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su oficio puedan aceptar las mentiras<br />
más impúdicas, puedan hacer la vista<br />
gorda ante abrumadoras evidencias, es<br />
explicable, comprensible. ¿Pero la juventud?<br />
Muy gangrenada ha de estar para<br />
que su pureza, su candor natural, no se<br />
reconozca a simple vista en medio de los<br />
inaceptables errores y no se enfrente directamente<br />
a lo que es evidente, a lo que<br />
está claro, luminoso como la luz del día.<br />
Haber sucumbido al anhelo de verdad es<br />
un crimen. Haber exigido justicia es un<br />
crimen. Retornó el horrible despotismo;<br />
la mordaza más dura acalla otra vez las<br />
bocas. Quien aplasta la conciencia pública<br />
no es ya la bota de un César, sino<br />
toda una Cámara que condena a quienes<br />
se enardecen por el deseo de lo justo.<br />
¡Prohibido hablar!<br />
Los puños machacan los labios de<br />
quienes han de defender la verdad, se<br />
amotina a las masas para que reduzcan<br />
al silencio a los aislados. Nunca se había<br />
organizado una opresión tan monstruosa<br />
y dirigida contra la libre discusión. Y<br />
reina el más vergonzoso terror: los más<br />
valientes se vuelven cobardes, nadie se<br />
atreve ya a decir lo que piensa por miedo<br />
a que lo denuncien acusándolo de vendido<br />
y traidor.<br />
Los escasos periódicos que conservan<br />
cierta honestidad se humillan ante sus<br />
lectores, quienes se han vuelto locos<br />
con tantos chismes estúpidos. Ningún<br />
pueblo, creo yo, ha pasado por un mo-<br />
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mento más confuso, más absurdo, más<br />
angustioso para su razón y su dignidad.<br />
Ya sé que el grupo de jóvenes que se manifiesta<br />
no representa a toda la juventud<br />
y que un centenar de alborotadores por<br />
la calle causan más ruido que diez mil<br />
trabajadores que se quedan en su casa.<br />
Pero cien alborotadores son ya demasiados,<br />
¡y qué desalentador es el síntoma de<br />
que ese movimiento, por reducido que<br />
sea, se produzca hoy en el Barrio Latino!<br />
¡Oh, juventud, juventud! Te lo ruego,<br />
piensa en la gran labor que te espera. Eres<br />
la futura obrera; tú pondrás los cimientos<br />
de este siglo cercano que, estamos<br />
profundamente convencidos, resolverá<br />
los problemas de verdad y de equidad<br />
planteados por el siglo que termina.<br />
Nosotros los viejos, los mayores, te dejamos<br />
el formidable cúmulo de nuestras<br />
investigaciones, tal vez muchas contradicciones<br />
y oscuridades, pero ciertamente<br />
también te dejamos el esfuerzo<br />
más apasionado que nunca siglo alguno<br />
haya realizado en pos de la luz, los más<br />
honestos y los más sólidos documentos,<br />
los fundamentos mismos de este vasto<br />
edificio de la ciencia que tienes que seguir<br />
construyendo en pro de tu honor y<br />
tu felicidad.<br />
Y solo te pedimos que seas más generosa<br />
aún que nosotros, más abierta de<br />
espíritu, que nos superes con tu amor<br />
a una existencia pacífica, dedicando tu<br />
esfuerzo al trabajo, esa fecundidad de los