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La hembra se mostraba indiferente con el vencedor y con los otros machos: caminaba<br />
parsimoniosa por el claro, hurgaba el suelo con el pico. Atrapó un ratón y lo comió<br />
tranquilamente. Parecía no prestar atención a sus compañeros.<br />
Así transcurrió toda la noche.<br />
Pero cuando las sombras comenzaron a esfumarse y hacia oriente apareció la línea<br />
verde lila de la aurora, ella se acercó a él, al que a todos había vencido, se apoyó en<br />
su pecho, tomó delicadamente con el pico el ala dolorida, casi como si la oliera y la<br />
quisiera curar, y levantándose poco a poco del suelo, voló en dirección al precipicio.<br />
Y él, moviendo con difi cultad el ala enferma, pero sin vacilar, lanzando gritos ansiosos,<br />
la siguió en su vuelo.<br />
Ella se posó precisamente entre las raíces de aquel pino donde luego surgió su nido.<br />
El macho se detuvo a su lado. Estaba indeciso y parecía conmovido. La hembra dio<br />
algunas vueltas alrededor de él; de nuevo aspiró su olor. Luego, con el pecho contra<br />
el suelo, las patas abiertas, la cola levantada y los ojos entrecerrados, pareció ponerse<br />
rígida… El macho se arrojó sobre ella aferrándole las plumas con el pico, golpeando la<br />
tierra con las alas pesadísimas, y por sus venas corrían espasmos tan deliciosos, una<br />
alegría tan fuerte, que ya no vio nada más, no sintió otra cosa que aquel dulce dolor y<br />
profi rió gritos jadeantes que despertaron el eco sonoro del abismo y conmovieron la<br />
serenidad del alba.<br />
La hembra era dócil.<br />
Por el oriente se extendía el rojo resplandor de la luz que surgía, y las nieves de las<br />
quebradas habíanse tornado violáceas.<br />
III<br />
En invierno los pinos se erguían inmóviles y sus troncos se hacían leonados. La nieve<br />
estaba alta, amontonada en grandes montículos que sobresalían sobre el abismo;<br />
en el cielo aparecían anchas franjas grises; los días eran cortos entre los dos largos<br />
crepúsculos. Por la noche crujían los troncos de los árboles y se rompían las ramas. A<br />
veces resplandecía la luna pálida, que parecía hacer más compacto al hielo.<br />
Las noches eran un tormento, por el hielo y por la luz fosforescente de la luna. Los<br />
pájaros estaban cobijados en su nido, apretados el uno contra el otro, para calentarse,<br />
pero, no obstante, el frío se infi ltraba bajo sus plumas, lamía sus cuerpos, les helaba<br />
las patas, la base del pico y el lomo. Y la luz de la luna errabunda hacía temblar, y<br />
recordaba que la tierra es como un ojo de lobo y por eso brilla tan horriblemente.<br />
Y los pájaros no dormían.<br />
Se revolvían afanosamente en el nido, cambiaban de lugar y sus ojos estaban<br />
completamente abiertos, redondos, y también resplandecían con una luz verdosa.<br />
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