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Benito Cereno - Lom Ediciones

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La hembra se mostraba indiferente con el vencedor y con los otros machos: caminaba<br />

parsimoniosa por el claro, hurgaba el suelo con el pico. Atrapó un ratón y lo comió<br />

tranquilamente. Parecía no prestar atención a sus compañeros.<br />

Así transcurrió toda la noche.<br />

Pero cuando las sombras comenzaron a esfumarse y hacia oriente apareció la línea<br />

verde lila de la aurora, ella se acercó a él, al que a todos había vencido, se apoyó en<br />

su pecho, tomó delicadamente con el pico el ala dolorida, casi como si la oliera y la<br />

quisiera curar, y levantándose poco a poco del suelo, voló en dirección al precipicio.<br />

Y él, moviendo con difi cultad el ala enferma, pero sin vacilar, lanzando gritos ansiosos,<br />

la siguió en su vuelo.<br />

Ella se posó precisamente entre las raíces de aquel pino donde luego surgió su nido.<br />

El macho se detuvo a su lado. Estaba indeciso y parecía conmovido. La hembra dio<br />

algunas vueltas alrededor de él; de nuevo aspiró su olor. Luego, con el pecho contra<br />

el suelo, las patas abiertas, la cola levantada y los ojos entrecerrados, pareció ponerse<br />

rígida… El macho se arrojó sobre ella aferrándole las plumas con el pico, golpeando la<br />

tierra con las alas pesadísimas, y por sus venas corrían espasmos tan deliciosos, una<br />

alegría tan fuerte, que ya no vio nada más, no sintió otra cosa que aquel dulce dolor y<br />

profi rió gritos jadeantes que despertaron el eco sonoro del abismo y conmovieron la<br />

serenidad del alba.<br />

La hembra era dócil.<br />

Por el oriente se extendía el rojo resplandor de la luz que surgía, y las nieves de las<br />

quebradas habíanse tornado violáceas.<br />

III<br />

En invierno los pinos se erguían inmóviles y sus troncos se hacían leonados. La nieve<br />

estaba alta, amontonada en grandes montículos que sobresalían sobre el abismo;<br />

en el cielo aparecían anchas franjas grises; los días eran cortos entre los dos largos<br />

crepúsculos. Por la noche crujían los troncos de los árboles y se rompían las ramas. A<br />

veces resplandecía la luna pálida, que parecía hacer más compacto al hielo.<br />

Las noches eran un tormento, por el hielo y por la luz fosforescente de la luna. Los<br />

pájaros estaban cobijados en su nido, apretados el uno contra el otro, para calentarse,<br />

pero, no obstante, el frío se infi ltraba bajo sus plumas, lamía sus cuerpos, les helaba<br />

las patas, la base del pico y el lomo. Y la luz de la luna errabunda hacía temblar, y<br />

recordaba que la tierra es como un ojo de lobo y por eso brilla tan horriblemente.<br />

Y los pájaros no dormían.<br />

Se revolvían afanosamente en el nido, cambiaban de lugar y sus ojos estaban<br />

completamente abiertos, redondos, y también resplandecían con una luz verdosa.<br />

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