Gustavo Daniel Perednik - Universidad ORT Uruguay
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GRANDES PENSADORES - G. D. <strong>Perednik</strong>-<br />
transforma en fetichista. He aquí la matriz del paganismo.<br />
El hombre nace pagano y entender el paganismo facilita valorar<br />
en su justa dimensión la revolución de su opuesto, el monoteísmo.<br />
La máxima autoridad en la materia fue Iejezkel Kaufmann, cuyo<br />
libro La época bíblica (1964) resume su obra monumental en<br />
hebreo, La historia de la fe israelita que Moshé Greenberg<br />
transformó en La religión de Israel (1960).<br />
Es cierto que en la religión pagana había elementos del fetichismo<br />
primitivo: la adoración de la roca y del árbol. Es lo que ridiculizaron<br />
los griegos Heráclito y Jenófanes; pero el fetichismo es sólo un<br />
estadio temprano, y nunca lo esencial del paganismo. El<br />
fundamento de la religión pagana es la divinización de los<br />
fenómenos naturales. Todas las manifestaciones de la naturaleza<br />
son fuerzas divinas, aspectos de una vitalidad misteriosa y<br />
sobrenatural.<br />
Los dioses no son soberanos: emergen de un reino preexistente y<br />
están a merced de un orden trascendente. La divinización de la<br />
naturaleza impone necesidades de las que los dioses no están<br />
exentos. Los impulsan condiciones “biológicas”; cometen faltas, y<br />
están sometidos a los decretos del destino.<br />
A esos decretos, fuerzas ocultas, el hombre responde con la técnica<br />
de la magia. La actividad ritual posee eficiencia inherente e<br />
independiente de los dioses. Los dioses mismos necesitan del culto;<br />
su vida depende de él.<br />
La idea religiosa de Israel fue enteramente novedosa,<br />
revolucionaria, sin teogonía. Dios no nace, no está sujeto al tiempo<br />
y el espacio. Su libertad es absoluta. Su voluntad es trascendente<br />
y soberana. Abraham el patriarca es símbolo de esa visión, que<br />
impide que Dios esté sujeto a la magia. Los milagros bíblicos hacen<br />
a un lado el ritual mágico, son sólo un signo, una manifestación<br />
del poder divino. Un signo portentoso, claro, pero no un artilugio<br />
mágico.<br />
El milagro clásico se exhibe en el cuarto capítulo del libro del<br />
Éxodo. Dios Se revela ante Moisés desde la celebérrima “zarza<br />
que arde y no se consume”, y le indica tres técnicas para<br />
impresionar al auditorio: debe arrojar su vara al suelo, debe colocar<br />
la mano sobre su pecho, y debe derramar agua del Nilo sobre la<br />
tierra. Actos muy comunes. El numen que convoca a Abraham, y<br />
que siglos más tarde le habla a Moisés, no revela ningún secreto