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Algunos otros Alias de la Militancia Roja - Museo SEAT

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Según me había dicho el compañero in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista, a los cinco días <strong>de</strong><br />

estar en aquel<strong>la</strong> celda me pasarían a <strong>la</strong> cuarta galería, que era dón<strong>de</strong> llevaban<br />

a los que estaban presos por primera vez. A partir <strong>de</strong> ahí podría recibir visitas,<br />

paquetes <strong>de</strong> comida o ropa y a<strong>de</strong>más también podría consultar con un<br />

abogado. En efecto, así fue.<br />

Unas horas antes <strong>de</strong> cumplir los cinco días vino a buscarme un carcelero y<br />

me acompañó al locutorio.<br />

– Tienes una visita – me dijo. Tras llevarme a un corredor <strong>la</strong>rgo y estrecho,<br />

vi a muchos presos que en fi<strong>la</strong> frente a unas altas rejas, hab<strong>la</strong>ban cada cual con<br />

su familia bajo <strong>la</strong> vigi<strong>la</strong>ncia <strong>de</strong> algunos carceleros que se paseaban<br />

constantemente arriba abajo.<br />

– ¡Aquí, aquí! – gritaron mi mujer y mi madre.<br />

La alegría fue inmensa, tanto que <strong>la</strong> emoción hizo que a ambos <strong>la</strong>dos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

reja aparecieran <strong>la</strong>s lágrimas sin remedio. Pero tras serenarnos había que<br />

aprovechar el tiempo para pedir y establecer todo lo necesario.<br />

– Mándame ropa limpia, sábanas y un poco <strong>de</strong> dinero, contactad con un<br />

abogado y mucha tranquilidad.<br />

El<strong>la</strong>s ya sabían los días <strong>de</strong> visita y cómo se entraban los paquetes <strong>de</strong><br />

comida, a<strong>de</strong>más ya habían ido a ver a un abogado. 124 Así pues, todo estaba en<br />

marcha para afrontar <strong>la</strong> nueva situación.<br />

Tras <strong>la</strong> visita todavía estuve unas horas en <strong>la</strong> celda <strong>de</strong> incomunicación. El<br />

tiempo suficiente para reflexionar sobre <strong>la</strong> primera visita <strong>de</strong> mi familia.<br />

No dijimos nada <strong>de</strong>l trato recibido por mi mujer por parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía,<br />

tampoco hab<strong>la</strong>mos <strong>de</strong> otras muchas cosas ya que ni el tiempo que teníamos ni<br />

el lugar eran propicios para ello. Pero mi madre, que <strong>de</strong>mostró una valentía y<br />

entereza digna <strong>de</strong> una madre que sabe que su hijo también lo está pasando<br />

mal en manos <strong>de</strong> <strong>la</strong> “justicia”, me confesó algo que ya me temía: “¡Tu padre no<br />

vendrá a verte!”, me dijo con sus sentimientos visiblemente heridos.<br />

– Ya me lo suponía – me dije una vez ya en <strong>la</strong> celda.<br />

Sin querer y por propia necesidad yo había dañado su añeja y verticalista<br />

cultura sobre cómo eran, o <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser, <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones entre padre e hijos.<br />

124 Por miedo a perjudicarme mi mujer no quiso hab<strong>la</strong>r con <strong>la</strong>s familias <strong>de</strong> <strong>otros</strong> presos políticos para que me<br />

mandaran un abogado, que los había muy buenos y entendidos en materia política. Así que el primero que vino<br />

a verme, creo que se l<strong>la</strong>maba Rieras Marra, había llevado el caso <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>nte <strong>la</strong>boral <strong>de</strong> un hermano mío pero<br />

no sabía nada <strong>de</strong> asuntos políticos.<br />

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