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Algunos otros Alias de la Militancia Roja - Museo SEAT

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– Pero lo importante ha sido que, sin agachar <strong>la</strong> cabeza, sin mostrar el más<br />

mínimo atisbo <strong>de</strong> sonrojo, sin pedirme explicaciones <strong>de</strong> nada ni por nada, <strong>la</strong>s<br />

dos mujeres en <strong>la</strong>s que más había pensado durante aquellos días que me<br />

tuvieron privado <strong>de</strong> libertad, habían venido a verme dispuestas a hacer por<br />

mío lo que fuera necesario.<br />

Llegó <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> <strong>la</strong> incomunicación y me llevaron a <strong>la</strong> cuarta<br />

galería; me metieron en una celda con dos rateros <strong>de</strong> poca monta, uno <strong>de</strong> los<br />

cuales, para más inri, pa<strong>de</strong>cía epilepsia que se acentuó con <strong>la</strong> ansiedad <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

sujeción forzosa dándole ataques hasta tres veces al día; cuando le daban en <strong>la</strong><br />

celda yo tenía que l<strong>la</strong>mar, aporreando <strong>la</strong> puerta con <strong>la</strong>s manos, para que<br />

vinieran a socorrerle. 125<br />

La primera vez que salí al patio en horas <strong>de</strong> paseo, respiré profundamente<br />

para tomar aire <strong>de</strong> un espacio que, aunque cerrado por muros infranqueables,<br />

era mucho más amplio que <strong>la</strong> reducida celda.<br />

Atendiendo a <strong>la</strong> recomendación <strong>de</strong>l in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista, pregunté por los<br />

políticos y no tardaron mucho en indicarme el rincón <strong>de</strong>l patio dón<strong>de</strong> se<br />

reunían. Así que me acerqué a ellos y me presenté. Cuando mencioné <strong>la</strong> <strong>SEAT</strong><br />

y cuatro cosas más <strong>de</strong> mi actividad política quedé asombrado <strong>de</strong> que los diez<br />

o doce que había en ese momento, uno a uno, se fueron presentando al tiempo<br />

que me <strong>de</strong>cían a qué partido pertenecían.<br />

– ¡Venga, <strong>de</strong>mos al camarada <strong>la</strong> bienvenida! – dijo uno <strong>de</strong> ellos, tras<br />

terminar <strong>la</strong>s presentaciones.<br />

Y todos irrumpieron a coro en una canción que se tenía por costumbre<br />

cantar en <strong>la</strong>s bienvenidas y <strong>la</strong>s <strong>de</strong>spedidas <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> los nuestros:<br />

¡Salud camarada, salud!<br />

Yo nunca olvidaré <strong>la</strong> gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> nuestra amistad.<br />

Yo no se lo que seré ni lo que haré,<br />

pero mi vida siempre será con pasión apren<strong>de</strong>r,<br />

Apren<strong>de</strong>r y enseñar, enseñar y apren<strong>de</strong>r<br />

Yo estaba atónito y miraba <strong>de</strong>sconfiado para los <strong>la</strong>dos, como si esperara<br />

que <strong>de</strong> un momento a otro nos vinieran a <strong>de</strong>tener. Alguien se dio cuenta <strong>de</strong><br />

mi inquietud y me dijo:<br />

125 Por lo general los presos comunes nos tenían mucho respeto a los políticos, a<strong>de</strong>más se servían <strong>de</strong> nos<strong>otros</strong><br />

para escribir cartas y leérse<strong>la</strong>s ya que en aquel<strong>la</strong> época <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción reclusa, más que otras colectivida<strong>de</strong>s, era<br />

en un ochenta por ciento analfabetos.<br />

Yo fui como agua <strong>de</strong> mayo para aquel muchacho epiléptico ya que le puse voz a todas <strong>la</strong>s cartas que tenía;<br />

quería escuchar<strong>la</strong>s una y otra vez. Alguna vez, al escuchar <strong>la</strong> carta le sobrevenía el ataque y tenía que aten<strong>de</strong>rlo<br />

como podía.<br />

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