Algunos otros Alias de la Militancia Roja - Museo SEAT
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– No te preocupes, aquí po<strong>de</strong>mos cantar con toda libertad.<br />
Tras aquel recibimiento puse atención para integrarme <strong>de</strong> pleno en el<br />
colectivo <strong>de</strong> los políticos y ayudar en todo cuanto fuera necesario.<br />
Tocaron a rancho y, como en <strong>la</strong> vida militar, bajo <strong>la</strong> estrecha vigi<strong>la</strong>ncia <strong>de</strong><br />
los carceleros, una hilera <strong>de</strong> reclusos se situaba frente a <strong>la</strong>s pero<strong>la</strong>s. De pronto<br />
alguien me tocó por <strong>de</strong>trás. Giré <strong>la</strong> cabeza y eran el bueno <strong>de</strong> Montesinos y<br />
<strong>Alias</strong> Salva, que estaban en <strong>la</strong> misma galería. A los tres nos hizo una gran<br />
ilusión encontrarnos. Por <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, en el patio, les presenté a los <strong>de</strong>más y otra<br />
vez sonó <strong>la</strong> canción <strong>de</strong> “¡Salud Camarada!.<br />
Dos semanas <strong>de</strong>spués, durante <strong>la</strong>s que nos fuimos integrando a <strong>la</strong> fuerza<br />
en el sistema presidiario, pedí una entrevista con el Funcionario Jefe <strong>de</strong><br />
galería para pedirle que nos pusiera en <strong>la</strong> misma celda a Montesinos, a <strong>Alias</strong><br />
Salva y a mí. El funcionario miró su archivo, sacó nuestras fichas y al mirar<strong>la</strong>s,<br />
me comentó:<br />
– ¡Bueno, los tres estáis por política aquí!, ¿No es así<br />
– ¡Sí, sí! – le contesté.<br />
Sin más di<strong>la</strong>ción l<strong>la</strong>mó a un carcelero y le dijo que sacara al epiléptico y al<br />
otro <strong>de</strong> <strong>la</strong> celda don<strong>de</strong> yo estaba y trajera a mis camaradas. A partir <strong>de</strong><br />
entonces estuvimos juntos, hasta <strong>la</strong> libertad. 126<br />
Decidimos entonces ir a trabajar a talleres, sobre todo para restar gastos a<br />
<strong>la</strong>s familias, porque allí pagaban algún dinero por el trabajo que hacíamos.<br />
A<strong>de</strong>más pasábamos el tiempo con más rapi<strong>de</strong>z. Pero por <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s salíamos<br />
al patio a encontrarnos con los compañeros y participar en los cursillos<br />
políticos que habíamos montado, ayudándonos con algunos libros que<br />
estaban permitidos, sobre todo <strong>de</strong> ciencias políticas y economía. Para<br />
levantarnos <strong>la</strong> moral leíamos “La Madre” <strong>de</strong> Máximo Gorki, que para<br />
nos<strong>otros</strong> era reafirmarnos en que con <strong>la</strong> lucha constante podíamos acabar con<br />
<strong>la</strong> dictadura.<br />
Al mediodía había un rato <strong>de</strong> puertas abiertas y los políticos pasábamos<br />
unos días a una celda y <strong>otros</strong> días a otras para comer juntos y disfrutar, sobre<br />
todo cuando había paquetes. En <strong>la</strong> comuna que teníamos montada cada cual<br />
llevaba parte <strong>de</strong> su paquete y todos comíamos <strong>de</strong> lo que hubiera. La unidad<br />
que había en <strong>la</strong> cárcel era una maravil<strong>la</strong>, sin que faltaran, cuando discutíamos<br />
<strong>de</strong> política, los puntos <strong>de</strong> vista u opiniones diferenciales <strong>de</strong> cada cual. Pero<br />
126 Los funcionarios <strong>de</strong> prisiones, a no ser alguno más franquista que Franco, solían aten<strong>de</strong>r esas peticiones. De<br />
hecho todos los presos políticos estaban <strong>de</strong> tres en tres en <strong>la</strong> misma celda.<br />
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