MANUAL DE PRODUCTO - Visita Sevilla

Informe de Justificación Histórica
a unos 50 kilómetros de Barcelona se topó
con un pueblo llamado Figaró del que tomó
el nombre de su principal personaje. A la
llegada a Madrid Clavijo rehusó batirse en
duelo con Beaumarchais. Este curioso lance,
en defensa de la hermana mancillada, sirvió
a Beaumarchais para tomar contacto directo
con España, y a Göethe para escribir la obra
basada en esta peripecia llamada “Clavigo”.
Curiosamente no fue Sevilla la ciudad visitada
por el autor francés, sino Madrid y el nordeste
de España, sin embargo el nombre de Sevilla
pesó más que el de cualquier otra ciudad
española para situar una trama argumental
que, de haber ocurrido en París no hubiera
pasado la más mínima censura real.
le haya traído y llevado en mil avatares. Así
como Don Juan tuvo infinidad de secuelas
que le pusieron hasta en lugares tan alejados
de su Sevilla natal como Villena o Aragón, al
Fígaro le hicieron tener prole, La Hija de Fígaro
de Lauro Rossi, y terminaron por divorciarlo,
Fígaro se divorcia de Von Hovarth, negando
así las famosas bodas de Fígaro.
Sin duda, una ciudad como Sevilla, para los
europeos de la época, era un lugar fácilmente
identificable. En el imaginario de aquel
tiempo se encontraban instaladas un sinfín
de referencias más o menos subconscientes,
además de un exotismo y una lejanía de los
centros culturales europeos muy adecuados
para según que tramas.
El personaje de Fígaro ha sido desde su
creación en el siglo XVIII uno de los más
prolíficos en cuanto a número de óperas
escritas sobre el tema; cerca de la treintena.
El tándem Mozart-Daponte no fue el primero
en tomar la obra de Beaumarchais con
pretensiones líricas, Giovanni Pasiello con El
Barbero de Sevilla se les adelantó unos años
con éxito. Si embargo, Las bodas de Fígaro
mozartianas tuvieron y tienen una importancia
que hacen ensombrecer hasta la propia obra
literaria de Beaumarchais. Ya en el siglo XIX
Rossini con su El Barbero de Sevilla dio un
nuevo impulsó al mito de Fígaro. Tanto la
ópera de Mozart como la de Rossini son dos
de las cumbres de la lírica que se representan
ininterrumpidamente en todo el mundo año
tras año. Si añadimos Don Giovanni y Carmen
obtenemos una especie de tetralogía sevillana
envidia de cualquier ciudad del planeta.
Es comprensible que el mito de Fígaro, con
tantas óperas como se han escrito de él, se
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