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aspecto físico de una persona nos determina como hombre o mujer, generando
automáticamente connotaciones de género que no necesariamente son reales.
El género al ser una categoría desarrollada a la par de la cultura y las sociedades,
aglutina una serie de normas y tradiciones del deber ser: masculino o femenino,
probablemente diversos de sociedad a sociedad, pero similarmente impositivo,
conflictuando el desarrollo autentico de las personas en la base de como son y
cómo se sienten, sino más bien de como una sociedad dicta como se deber ser y
sentir.
Las identificaciones de las personas en una única categoría de género regida por
el aspecto físico / sexual limita el desarrollo de las personas a voluntad
encasillándolas en normas, prototipos y estilos de vida impuestos; a raíz de los
cuales, las inequidades y diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres se
reproducen.
La diferencia entre hombre y mujer, no es la misma que entre masculino y
femenino; las diferencias entre hombres y mujeres son físicas y comprobables en
nuestra sociedad y todas las otras, en estos tiempos y en los anteriores; no así, el
género puede ser una categoría que implique una asignación de roles
determinados a partir del nacimiento, dignos de análisis según cada sociedad o
cultura, desarrollando en contados casos, patrones de complementariedad entre
hombre y mujer, dando igual valor a las actividades y roles desarrollados por
hombres como por mujeres, sin embargo en la mayoría de culturas y sociedades a
lo largo de los tiempos y sujetos a creencias trilladas, las sociedades han
desarrollado tendencias inequitativas entre hombres y mujeres, desigualdades,
injusticia y violencia, anclados a la temática de género. 7
7 Camacho, Gloria y Prieto, Mercedes, Género y Desarrollo Rural: Manual de Autocapacitación
para operadores de proyectos, Quito, 1997, Pag 26.
19 Sofía Valenzuela
David Barzallo