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UNIVERSIDAD DE CUENCA
desde la primera infancia se genera un vínculo con la naturaleza cuya profundidad
es simplemente incomprensible para una persona no acostumbrada a salir de la
burbuja del consumismo.
No se trata solamente de la proveedora de recursos, a la naturaleza, a la tierra
sobre todo, se la idealiza con un conjunto de valores que roza lo filial. No en vano
la noción de la PACHAMAMA, la Madre Tierra con su evidente carga de
simbolismo femenino, es el principio rector de la vida campesina. Prácticamente
todas las reivindicaciones indígenas han tenido al tema de la tierra como eje
central. Es alrededor de ella que se origina todo el tejido social. La tierra como el
centro de la vida económica, de la simbología familiar, de la estructura
organizativa.
En el aspecto económico según Iván de Rementería
“…las formas de articulación de la economía campesina a la economía
capitalista, son relaciones de intercambio inequivalentes por medio de las
cuales el excedente campesino es transferido al capital” (Rementería: 1982)
Los ejemplos de esta inequidad son sencillos de observar. El pequeño productor
que se ve obligado a vender su producción a precios irrisorios a intermediarios de
corporaciones que pueden llegar a quintuplicar el costo de venta; el pequeño
ganadero que no tiene control sobre el precio de mercado de la leche; la
cooperativa campesina que pretende competir contra el sistema bancario privado,
etc. Estas falencias en la articulación de la economía campesina han motivado
que se busquen nuevos paradigmas y modelos de desarrollo con características
más horizontales y en los que la felicidad del ser humano sea la verdadera
prioridad. Sin embargo en la búsqueda de estos procesos hay que reconocer que
el sector indígena es de los que más fuertemente ha sido golpeado por las crisis
86 Sofía Valenzuela
David Barzallo