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autónomo y autosuficiente, sino en relación con los demás, en la donación a los
demás.” (Aparisi: 2003)
Frente a ello debemos tomar en cuenta de qué forma se están utilizando ciertos
eufemismos para retroceder en las conquistas de las mujeres en materia de
igualdad. Cuando se “revaloriza” el rol de la mujer madre y esposa cuidadora del
otro se están aceptando de una manera políticamente correcta los roles
tradicionales que se han impuesto a los géneros y así se busca también legitimar
la desigualdad desde la postura eclesiástica de la familia como núcleo social, se
ataca entonces al punto más débil de la sociedad. Si repasamos un poco de la
historia del Feminismo, encontramos que se plantea que hombres y mujeres
nacemos como seres iguales, diferentes sí en el aspecto biológico pero no más
allá, puesto que la masculinidad y la femineidad son construcciones sociales y
que, al ser construcciones sociales son dinámicas y cambiantes, por cuanto las
diferencias están en los roles que se asumen desde la crianza y la educación.
Esto deja la puerta abierta a la libertad, libertad de asumir como ser humano
nuestras propias características, creencias y preferencias. Está claro que este
supuesto constituye para la institucionalidad religiosa y educativa tradicional, un
atentado frente a la moral y a los designios divinos; sin embargo como sociedad
no podemos seguir ligados a principios caducos que atentan contra la diversidad y
el derecho a la libertad de pensamiento.
Es así que podemos notar que la institucionalidad religiosa y la educativa han
encontrado una nueva estrategia de combatir el libre pensamiento y lograr más
adeptos a sus regímenes de opresión. Esta es la posición de buscar una visión
cerrada del feminismo de la complementariedad para justificar, mantener y
legitimar las diferencias de género, rechazar y satanizar las libertades de opción y
expresión sexual y mantener con su discurso la opresión de un género sobre el
otro. El reto por tanto, es ir más allá de ésta mirada y comenzar a discutir qué
igualdad es la que queremos y ver a la complementariedad como ese espacio
liberador para ambos géneros, una noción profunda en donde no existen los
56 Sofía Valenzuela
David Barzallo