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UNIVERSIDAD DE CUENCA
Los contrastes complementarios son atributos de uno y otro, es decir que, uno no
puede ser percibido excepto en términos del otro. “La Luz” es incomprensible sin
“La oscuridad” así como “lo bueno” de “lo malo”; sin decir que “la mujer” deje de
ser percibida como tal sino esta completada por “un hombre”, ni viceversa, sin
embargo uno/a solo se puede concebir de determinado sexo en función a su
opuesto.
Desde tiempos inmemoriales las comunidades Amerindias han practicado la
complementariedad basada en la pareja divina como principio fundamental. Esto
se aplicaba no solo en la vida del género humano, sino en la de todos los seres y
ámbitos que tienen que ver con la existencia del planeta y el cosmos.
La vida de todos los seres se basa fundamentalmente en leyes cósmicas, sujeta a
las leyes de la naturaleza, inclusive la vida y existencia de los seres humanos no
estaba regida por leyes elaboradas o pensadas por el ser humano.
El respeto mutuo y la capacidad de convivencia entre todos es parte de su
naturaleza, por ello nunca vamos a ver conflictos entre el aire y el sol, entre la
tierra y el universo entre la noche y el día, entre las plantas y los animales, o
conflictos entre plantas, entre animales que signifiquen el exterminio del otro, y
aún entre los humanos, no se veían los excesos entre seres de la misma especie
como en la actualidad.
Sin la pretensión de decir que todo era perfecto, este sistema de vida se basaba
en la complementariedad dual, en donde todo es femenino-masculino, las piedras,
los cerros, los árboles, etc., ésta dualidad es imprescindible e imprescriptible en el
mundo Amerindio, y adquiere un carácter sagrado porque constituye el nudo vital
que garantiza la reproducción sin dolor, el crecimiento y desarrollo en equilibrio, la
fuerza que guía el horizonte del suma thaki -buen camino-, a través del cual nos
27 Sofía Valenzuela
David Barzallo