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<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />
Gioconda Belli<br />
cuando por teléfono, preguntándole si necesitaba dinero, si se encontraba bien.<br />
—¿Por qué no van a nuestra mesa? —sugirió Adrián, tomando control del silencio después de<br />
los saludos, sobreponiéndose a aquella escena incómoda y tensa a la que el bullicioso merengue de<br />
la orquesta amenazaba con el ridículo—. Sara y yo vamos a bailar—dijo.<br />
Se dirigieron a la pista. <strong>La</strong>vinia vio a Sara hablando. Imaginó que le reprocharía a Adrián que la<br />
hubiera apartado justo cuando la presencia de ambos hubiera aliviado la tensión del encuentro de<br />
ella con sus padres.<br />
—Estás muy bien, hija —dijo la madre, una vez que se sentaron a la mesa—, y el vestido<br />
todavía parece nuevo. ¿Te acordás que te dije que valía la pena comprar cosas de marca? Ya ves<br />
que tenía razón.<br />
—Te ves muy guapa —dijo el padre.<br />
—¿Y cómo están ustedes? —preguntó <strong>La</strong>vinia.<br />
—Estamos bien —dijo el padre que, obviamente, se proponía hacer esfuerzos por acaparar la<br />
conversación y evitar la intervención de la madre.<br />
—Has causado sensación en el baile —interrumpió la madre—. Todas mis amigas me han<br />
preguntado si es que regresarás a la casa.<br />
—Espero que les hayas aclarado que no es así —dijo <strong>La</strong>vinia, empezando a sentir la típica<br />
reacción que su madre provocaba.<br />
—¿Cómo te va en el trabajo? —preguntó el padre, interviniendo rápidamente.<br />
—Bien, bien —dijo <strong>La</strong>vinia— y la fábrica, ¿cómo va?<br />
—Ahí va. Necesito conseguir un buen gerente que me releve casi totalmente. Ya estoy muy<br />
viejo y cansado. Pero el negocio sigue produciendo, aunque no sé cómo cambiarán las cosas ahora<br />
que abran la fábrica nueva que están montando varios oficiales del Gran General.<br />
—¿Están montando una fábrica?<br />
—Sí. Están introduciéndose en varios sectores de la industria, la banca y el negocio de bienes<br />
raíces. ¿Has oído del Banco Unido? bueno, pues lo están montando con capital del Gran General y<br />
varios de sus generales. Se están metiendo a competir con nosotros en todo lo que pueden. Y es una<br />
competencia desleal porque ellos consiguen exención de impuestos "libres", construyen los<br />
edificios con maquinaria estatal... nos quieren arruinar.<br />
—¿Cuándo vas a llegar a la casa, hija? —decía su madre—; podríamos organizar un almuerzo<br />
con tus amigas...<br />
—¿Cuál es tu idea, qué vas a hacer con tu vida? —preguntaba el padre, uniéndose a las<br />
preocupaciones de la madre.<br />
—Mi vida está tranquila y organizada —dijo <strong>La</strong>vinia—, tengo trabajo, administro mi casa. No<br />
tienen nada de qué preocuparse—. Y sonrió sin dar más detalles, con expresión de punto final sobre<br />
el asunto.<br />
—¿Y ese "arquitecto" desconocido con el que andas...? —la interrogó su madre.<br />
—Es sólo un compañero de trabajo. Lo veo de vez en cuando. No hay nada serio con él... ¿y no<br />
van a hacer nada para impedir la competencia del Gran General? —dijo <strong>La</strong>vinia, tratando de<br />
regresar a lo que había empezado a decir el padre.<br />
—Pues nos hemos estado reuniendo, pero no encontramos ninguna solución.<br />
Después de un rato de estar sentados, mirando a los que bailaban, comentando la madre sobre<br />
los vestidos y los últimos chismes, el padre sobre sus reuniones, él se levantó, diciendo que casi no<br />
se podía hablar por el ruido, era mejor que <strong>La</strong>vinia llegara a visitarlos a la casa.<br />
Se levantaron los tres, obviamente aliviados ante el fin del encuentro, guardando cada uno lo que<br />
hubiera querido decir, ocultándolo tras las convenciones, la despedida, el beso en la mejilla, el "nos<br />
vemos pronto". Los vio alejarse: el padre y la madre, altos ambos entre los que danzaban, una<br />
pareja de seres humanos bien parecidos; el padre con el cuerpo erecto, el cabello aún abundante,<br />
cano, facciones fuertes, ojos grandes, moviéndose apesadumbrado, sonriendo con desgano a los que<br />
lo saludaban al pasar. <strong>La</strong> madre con su porte de gran dama, el cabello gris grueso y brillante, las<br />
manos largas que ella había heredado, la expresión artificial, alegre. Mientras los veía, las lámparas<br />
de cristal, las luces, adquirieron el contorno difuso y brillante que provocan las lágrimas. Tuvo la<br />
sensación de haberse puesto unos binoculares al revés. Los vio lejos a través de los ojos húmedos, y<br />
asaltada por un momento de deslumbramiento, comprendió que ya estaba al otro lado, que,<br />
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