03.03.2018 Views

La mujer habitada

Gioconda Belli (1988)

Gioconda Belli (1988)

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />

Gioconda Belli<br />

que tenía entre las piernas.<br />

<strong>La</strong>vinia estuvo un rato más mirando los sombras del jardín balancearse con el viento. Los<br />

sollozos se habían extinguido en el murmullo de una conversación acuática, el sonido de los<br />

hombres conversando, la conversación de dos peces, un murmullo apenas de burbujas.<br />

El rugido del llanto le produjo opresión en el pecho. Se arrepintió de dudar de los sentimientos<br />

de aquellos seres extraños, invasores de la paz de su casa, soñadores activos, "valientes" como<br />

decía Adrián.<br />

El dolor tocándola tan cercano estimuló sentimientos de protección. ¿Qué podría hacer por<br />

ellos?, pensó. Poco. Casi nada. Recordó que no habían comido. Podía prepararles algo. Ella no<br />

tenía hambre. Comer no se le cruzó por la mente hasta ese momento. Se dirigió a la cocina,<br />

pensando qué cocinar para los tres. A pesar del dolor, Sebastián y Felipe debían comer, vivir,<br />

alimentarse.<br />

En el lavatrastos, encontró una lata de sardinas vacía. ¡Pobres!, pensó, sintiendo vergüenza de su<br />

desprovista cocina.<br />

Preparó lo único que sabía hacer decentemente: spaghetti con salsa.<br />

Estaba acomodando los platos en la mesa, cuando Felipe apareció en el umbral de la cocina.<br />

—¿Cómo está Sebastián de su brazo? — preguntó <strong>La</strong>vinia, fingiendo no haber oído nada,<br />

terminando de verter el agua de los spaghetti, hirviendo, sobre el lavatrastos, poniéndoles la<br />

mantequilla.<br />

—Lo tiene inflamado —dijo Felipe.<br />

—Debería ver un médico —dijo <strong>La</strong>vinia, chorreando la salsa.<br />

—Es lo que te queríamos pedir —dijo Sebastián apareciendo detrás de Felipe, mirándola servir<br />

los platos, ya compuesto; apenas roja la nariz.<br />

—Queríamos que fueras a buscar a una compañera que es enfermera. Con ella vamos a arreglar<br />

también mi traslado para mañana.<br />

—Por qué no me lo explicas mientras comemos algo —dijo <strong>La</strong>vinia—. Ustedes deben comer.<br />

Se alegró de ver a Sebastián esbozar una sonrisa mientras se sentaban a la mesa.<br />

Flor —así se llamaba la "compañera" — tenía automóvil. <strong>La</strong>vinia sólo tendría que tomar un taxi<br />

y regresar a la casa con ella. Solamente eso. Después podría quedar libre de ellos.<br />

—Al menos de mí —dijo Sebastián, desplegando de nuevo su sonrisa maliciosa.<br />

Comían en silencio. Sebastián y Felipe, parecían no tener apetito. <strong>La</strong>vinia miró de reojo a<br />

Sebastián. Sin que ella pudiera negarse, con su voz suave y firme, su apariencia de árbol, él había<br />

logrado que ella hiciera cosas que jamás pensó hacer. Actuaba con una especie de profundo<br />

convicción de que ella estaría de acuerdo, no se negaría. <strong>La</strong> confianza de él era más imperativa que<br />

un mandato expreso.<br />

Mañana su vida retornaría a la cotidiana seguridad, se dijo. Podría olvidarse del miedo, la<br />

zozobra, aquellos sentimientos confusos.<br />

<strong>La</strong> perspectiva de atravesar la ciudad en taxi, de noche, no le atraía, pero estaba dispuesta a<br />

hacerlo; haría cualquier cosa por recuperar la normalidad de su casa.<br />

—¿Ya se te pasó el miedo? —preguntó Sebastián.<br />

—Más o menos —respondió ella.<br />

—Es normal —dijo él— a todos nos da miedo. Lo que importa no es sentirlo, sino superarlo. Y<br />

lo has superado muy bien; has sido valiente.<br />

—No tenía más alternativa —dijo <strong>La</strong>vinia, esbozando una sonrisa.<br />

—Así nos pasa a nosotros —dijo Sebastián con expresión triste—. No tenemos más alternativa.<br />

—No es lo mismo —dijo ella, ligeramente incómoda ante la comparación—. Ustedes saben por<br />

qué lo hacen. Es otra cosa. Siento mucho lo de sus compañeros.<br />

—Ellos murieron como héroes —dijo Sebastián, mirándola serio y dulcemente— pero eran<br />

personas como vos o como yo.<br />

—Creo que es mejor que <strong>La</strong>vinia se vaya a buscar a Flor —interrumpió Felipe— se está<br />

haciendo tarde.<br />

41

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!