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La mujer habitada

Gioconda Belli (1988)

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<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />

Gioconda Belli<br />

como su madre, consideró señal de conciliación, de "ubicarse en la realidad", el hecho de que ella<br />

asistiera al baile.<br />

El salón resplandecía con el brillo de las enormes lámparas de cristal, adornadas con guirnaldas<br />

de flores, que derramaban su luz sobre aquella agrupación multicolor de vestidos de noche, escotes<br />

y joyas, que se movía en oleadas de un lado al otro, esperando el inicio oficial del baile.<br />

En el sector de las mesas, sonaban las risas mezcladas con el cristal de los vasos en los cuales<br />

tintineaba el hielo, el champagne y el whisky.<br />

El salón se abría sobre una terraza al lado de una inmensa piscina de aguas celestes iluminada<br />

por reflectores acuáticos, sobre la cual se había construido un puente para el paso de las debutantes.<br />

Inmensas flores de loto, naturales, traídas especialmente desde Miami, flotaban en el agua.<br />

Adrián había reservado una mesa al lado de la piscina, para poder apreciar mejor el desfile de las<br />

debutantes. En el recorrido hacia la mesa conducidos por el ujier que se encargaba de acomodar a<br />

los invitados, habían encontrado numerosos conocidos. "Cuánto tiempo sin verte, estás muy bien,<br />

espero que me concederás una pieza" y expresiones como: "¡<strong>La</strong>vinia! ¡Por fin apareciste!" la habían<br />

acompañado.<br />

— ¡Parece que estás más popular que nunca! —decía Sara, mientras se sentaban.<br />

—Estoy empezando a sospechar que tu "retiro" era parte de un plan para aumentar la demanda y<br />

rendir admiradores a tus pies —decía Adrián divertido.<br />

—Escogiste un buen lugar —dijo <strong>La</strong>vinia, sonriendo enigmática, respirando el aire fresco de la<br />

noche, mientras miraba las flores de loto en la piscina y el puente donde pasarían las debutantes.<br />

Una vez sentada recorrió el salón con los ojos. Mesas cubiertas con manteles y adornos florales<br />

colmaban el salón. <strong>La</strong> mayoría estaban ya ocupadas, mientras otras lucían letreros de "reservado".<br />

De una mesa a otra, las miradas inspeccionaban peinados, vestidos. <strong>La</strong> concurrencia femenina<br />

parecía inmersa en el juego de pretender saludarse de lejos, reconocerse los trajes anunciados en<br />

conversaciones telefónicas o en comentarios de modistas comunes. No vio a sus padres. Aún no<br />

llegaban o estaban ocultos tras los gruesos pilares revestidos de flores y plantas. Quizás podría<br />

encontrarlos cuando se iniciara el desfile y los invitados se sentaran.<br />

De lejos, <strong>La</strong>vinia reconoció y saludó a varias amigas de colegio, muchas con sus flamantes<br />

esposos llevándolos del brazo. Antonio y Florencia le hicieron grandes aspavientos de saludo desde<br />

la mesa cercana de la pandilla. Se levantó a saludarlos moviendo airosa el borde de su vestido rojo.<br />

—Parece que ahora sólo te vamos a ver en estos lugares despreciables...—dijo Antonio,<br />

socarrón, cuando ella se aproximó.<br />

—Nos has abandonado totalmente —dijo Sandra.<br />

—No. Nada de eso —aseguró <strong>La</strong>vinia, sonriendo, contenta de encontrarlos—, ya se me está<br />

pasando la onda de seriedad...<br />

—¿Y la onda del Felipe ese? —preguntó Antonio.<br />

—No seas curioso —dijo <strong>La</strong>vinia, haciendo un guiño. El presidente del club cruzó el salón<br />

dirigiéndose al micrófono.<br />

—Ya va a empezar —dijo Florencia, con tono de niña de escuela. <strong>La</strong>vinia retornó a la mesa con<br />

Sara y Adrián. Se sentó cuando empezaba el discurso.<br />

—Buenas noches, queridos socios —tronaron los altoparlantes ocasionando la movilización<br />

general hacia las mesas. El murmullo general de excitación ante el inicio del espectáculo, fue<br />

bajando hasta crear el silencio necesario para las palabras del presidente, quien en tono de solemne<br />

regocijo continuaba:<br />

—"Como todos los años en la querida tradición de nuestro club, nos hemos dado cita hoy en el<br />

baile anual, para dar un cálido recibimiento a las bellas y distinguidas señoritas, hijas de nuestros<br />

honorables socios, que hoy serán presentadas en sociedad...<br />

El discurso ensalzó las cualidades de las damitas, cuyos nombres junto a los de sus respectivos<br />

padres, fueron leídos con aplausos.<br />

"Ahora las nombrará una a una" se dijo <strong>La</strong>vinia, recordando cuando ella fue una de las<br />

nombradas: la espera en el tocador de señoras, en lo alto de la escalera, a que anunciaran su<br />

nombre, para bajar, mientras la orquesta tocaba <strong>La</strong> vida en rosa. No hubo puente en la piscina esa<br />

vez, afortunadamente.<br />

Ahora el presidente, con aire teatral, apoyado por el redoble del tambor de la orquesta,<br />

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