03.03.2018 Views

La mujer habitada

Gioconda Belli (1988)

Gioconda Belli (1988)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />

Gioconda Belli<br />

púrpura y blancos. De reojo miró a los otros dos y se tranquilizó al ver que no sólo para ella<br />

resultaba inusual comer sin tenedor ni cuchillo.<br />

—Es necesario que, de ahora en adelante, se preocupen por hacer más ejercicio —había dicho<br />

René—. Cualquiera de ustedes no aguanta una carrera de media hora, mucho menos una caminata<br />

por la montaña...<br />

Después de almorzar, entraron a la casa y cerraron las puertas.<br />

Por las ventanas, la luz de la tarde alumbraba el recinto de gruesas paredes con una luz pálida.<br />

Dentro de la casa de techo alto, hacía fresco. <strong>La</strong>vinia conocía ese tipo de construcciones<br />

típicamente españolas. <strong>La</strong>s paredes gruesas aislaban del calor. El techo alto permitía que el<br />

bochorno se elevara sobre sus cabezas, dejando un espacio fresco habitable. En las casas coloniales<br />

de las ciudades, las viviendas cerradas sobre sí mismas, se abrían solamente hacia un interior de<br />

patio y corredores. <strong>La</strong> casa hacienda, concebida para la vida del campo obedecía a otra concepción<br />

de diseño: un interior solamente para el descanso y el corredor orientado hacia el campo donde se<br />

desarrollaba la actividad cotidiana y donde, en tiempos pasados, en elaboradas mecedoras de junco,<br />

se habrían balanceado las señoras y señores en las tardes contemplando las plantaciones.<br />

Ahora el tiempo y el desuso eran evidentes en las paredes cascadas. <strong>La</strong>s telarañas, perdida su<br />

transparencia original, polvosas, se adherían a las paredes formando diseños en la decrepitud.<br />

Felipe trasladó al centro de la estancia una bolsa marrón de lona. De allí fue sacando el modesto<br />

arsenal, un fusil M-16 de fabricación norteamericana y una pistola P38, 9mm. Era todo. Tomaba las<br />

armas suavemente cual si fueran piernas o brazos queridos: "este es un fusil M-16 automático",<br />

empezó a decir mientras lo mostraba, lo soplaba, sacudía suavemente el polvo. Explicó sus<br />

propiedades combativas, el alcance, otros datos técnicos y empezó lentamente a desarmarlo<br />

hablando constantemente, nombrando las diversas partes; disparador, gatillo, percutor, cañón.<br />

Todos lo observaban en silencio colocar ordenadamente las piezas unas al lado de las otras, con<br />

respeto.<br />

"Es como conocer la muerte", pensó <strong>La</strong>vinia, mirando fijamente los delicados y complejos<br />

trozos de metal.<br />

A pesar de todo, a pesar de comprender ahora la violencia de otra forma, para <strong>La</strong>vinia seguía<br />

siendo insondable la noción del hombre construyendo aquellos artefactos para eliminar otros<br />

hombres; las grandes fábricas produciendo granadas, fusiles, tanques, cañones... todo para<br />

destruirse mutuamente. Desde remotos tiempos había sido así: el hombre despojándose,<br />

persiguiéndose, defendiéndose de otros hombres; y todo por el afán de dominación, el concepto de<br />

la propiedad, lo mío y lo tuyo... hasta que se incorporó a la naturalidad, a los sistemas, a la vida<br />

cotidiana: el más fuerte contra el más débil. Todavía en el siglo XX, las prácticas de los nómadas:<br />

arrebatarse el fuego por la fuerza. El estudio salvaje del hombre aún no superado, aparentemente<br />

insuperable. Y ellos allí aprendiendo a usar armas de fuego, sin más alternativa que tocarlas y<br />

conocerlas, saber manejarlas. Igual que lo sabían hacer los otros.<br />

Sintió odio contra el Gran General, Vela, la riqueza, la dominación extranjera... todo lo que los<br />

obligaba a estar allí, en esa casa abandonada, tan jóvenes, arrodillados frente a los fusiles, quietos<br />

mirando a Felipe, oyéndolo explicar el volumen de fuego, la ráfaga, el tiro a tiro. Ella aguardaba el<br />

momento en que él indicaría los blancos para el disparo; el instante de oír la detonación del arma, el<br />

sonido seco y cóncavo.<br />

—Ahora vamos a hacer triangulación y tiro en seco —dijo Felipe.<br />

Y eso fue lo que hicieron. No dispararon ni un solo tiro. El "tiro en seco" era lo que se aprendía<br />

en las escuelas como ésta. Tiros, ráfagas hipotéticas. Papeles donde se anotaba el tiro que se<br />

disparaba con la imaginación. "Lo debí suponer", pensó <strong>La</strong>vinia. El sonido de los disparos hubiese<br />

atraído atención. Pero era demasiado fantástico para imaginárselo.<br />

Por la noche durmieron en hamacas acomodadas en los horcones de la casa, totalmente vestidos.<br />

En las casas de seguridad, en las escuelas, en la montaña, siempre se dormía vestido. A veces era<br />

permitido quitarse los zapatos.<br />

Antes del sueño, <strong>La</strong>vinia escuchó a Felipe hablando con Lorenzo y René.<br />

René había estado en la montaña y hablaba de los lodazales, las coloradillas (unos insectos cuya<br />

picadura levantaba la piel en ardores constantes), el hambre de los guerrilleros. "Todo el tiempo<br />

pasábamos hablando de comidas de lo que íbamos a comer cuando bajáramos a la ciudad, cuando<br />

123

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!