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La mujer habitada

Gioconda Belli (1988)

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<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />

Gioconda Belli<br />

para llevar a cabo su primera demostración de conciencia recién adquirida.<br />

—El general Vela, nada menos —dijo Julián, cerrando la puerta.<br />

—¡Increíble! —dijo <strong>La</strong>vinia desde el sillón.<br />

—No saben qué hacer con el dinero —dijo Julián.<br />

—¿Y vamos a trabajar para ellos? —dijo <strong>La</strong>vinia, tanteándolo—. ¿Vamos a aceptar ese dinero<br />

mal adquirido?<br />

—No seas romántica —respondió Julián, mientras enrollaba el papel del terreno—. <strong>La</strong> mayoría<br />

del dinero que recibimos es mal adquirido. <strong>La</strong> única diferencia con éste, es que es más evidente.<br />

Además, parece que el Gran General se ha propuesto enriquecer más a sus leales para asegurar que<br />

estén satisfechos y lo defiendan. Así piensa, me imagino, enfrentar mejor el descontento y la<br />

rebeldía de la gente. Es probable que, después de este trabajo, nos surjan otros.<br />

—¿Así que vos estás dispuesto a sacarles provecho? —preguntó <strong>La</strong>vinia, todavía sin decidir qué<br />

actitud tomar.<br />

—No te me vayas a poner moralista ahora —dijo Julián—. Si quieren gastar su dinero,<br />

ayudémosles. Después de todo, es mejor que nosotros lo ganemos. Somos más honrados. En este<br />

caso ni te voy a pedir que las convenzas de evitar lo estrambótico y de mal gusto. No te preocupes.<br />

—No es eso lo que me preocupa —dijo <strong>La</strong>vinia, incorporándose—. Es que no sé si yo tengo<br />

ganas de ayudarles a pensar en maneras para gastar esa plata.<br />

—El dinero se gastará de todos maneras. Si no lo hacemos nosotros, sobrará quien lo haga. No<br />

vamos a evitar que se gaste. Además, los principios están de más en los negocios.<br />

—Me incomoda la idea. ¿No considerarías asignarle el trabajo a otro arquitecto? —preguntó<br />

<strong>La</strong>vinia levantándose para salir, pensando cómo a ella le empezaban a funcionar los principios.<br />

—No, <strong>La</strong>vinia —dijo Julián, mirándola gravemente—. No podría designar a otra persona. No<br />

hay nadie mejor que vos para este trabajo. Si nos guiamos por criterios de principios, mejor<br />

deberíamos quedarnos en casa.<br />

—No te has puesto a pensar que a ellos no les va a gustar que yo esté encargada —dijo <strong>La</strong>vinia,<br />

recurriendo a una táctica más persuasiva—. Deben saber, por el nombre, que mi familia es verde...<br />

más verde no podría ser...<br />

—Al contrario—dijo Julián— estarán encantados. Esa gente se deslumbra con los nombres<br />

aristocráticos. No les importa si son opositores o no. Su sueño es llegar a ser como ustedes. <strong>La</strong><br />

verdad —y no quiero molestarte— es que para ellos la única oposición respetable son los<br />

guerrilleros...<br />

Julián abrió un folder sobre su escritorio y empezó a pasar papeles señalando así el fin de la<br />

conversación. <strong>La</strong>vinia recogió su libreta de notas y se dispuso a salir.<br />

Estaba con el pomo de la puerta en la mano, cuando Julián levantó la cabeza.<br />

—Yo voy a supervisar este trabajo personalmente. Trabajaremos juntos vos y yo. Felipe tiene ya<br />

demasiados proyectos a su cargo.<br />

Julián sabia lo de Felipe, pensó ella. No querría forzarlo a mezclarse con el general Vela. Sabría<br />

que él rechazaría verse involucrado. Ya dentro de su cubículo, <strong>La</strong>vinia levantó el teléfono y marcó<br />

la extensión de Felipe. No quería arriesgarse a que Julián la viera entrando a su oficina y la pensara<br />

indiscreta.<br />

—¿Felipe?<br />

—Sí.<br />

—Es <strong>La</strong>vinia.<br />

—Te conozco la voz —dijo él con acento poco amistoso, ocupado.<br />

—Acabo de reunirme con la esposa del general Vela. Nos están encargando el diseño de su casa.<br />

Julián quiere que yo lo haga. Silencio.<br />

—Felipe, yo pienso que no debo hacerlo. Silencio.<br />

—Estoy pensando —dijo la voz al otro lado— que debes hacerlo. "Definitivamente, sí —el<br />

énfasis creció de tono.<br />

— Pero...<br />

—¿Por qué no hablamos de eso más tarde? Estoy ocupado —dijo.<br />

<strong>La</strong>vinia colgó el teléfono y contempló el paisaje lejano. Le produciría satisfacción entrar en la<br />

oficina de Julián y decirle que no estaba dispuesta a diseñar la casa. Imaginó la reacción de los<br />

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