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La mujer habitada

Gioconda Belli (1988)

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<strong>La</strong> Mujer Habitada<br />

Gioconda Belli<br />

Aspiró una gran bocanada de aire. Tenía que seguir. Tenía que mencionar a Felipe. En ese<br />

momento. Ver morir a Felipe en los ojos de Sebastián y Flor. Tenía que hacerlo ahora, ahora que se<br />

aminoraban los sollozos, y podía hablar.<br />

—Lo que pasó fue que Felipe —tomó agua, respiró profundo—. Felipe asaltó un taxi. El taxista<br />

creyó que era un ladrón. Le disparó a quemarropa. Felipe murió en mi casa. Hace como una hora,<br />

como dos horas tal vez. Eso fue lo que pasó.<br />

Ahora las lágrimas le corrían por las mejillas, pero los sollozos se iban calmando. Trataba de no<br />

ver a Felipe. Cada vez que una imagen de Felipe le brotaba de la memoria, volvían los sollozos.<br />

Trató de pensar en otra cosa, en las sillas de la sala, en el lugar aquel, inhóspito, abandonado, las<br />

paredes descascaradas. No quería ver las caras de Flor y Sebastián.<br />

—Vas a hacer un esfuerzo —decía Sebastián, arrodillándose frente a la silla, junto a sus rodillas,<br />

tomándole la mano— y me vas a contar despacito lo que pasó.<br />

Se lo contó lo mejor que pudo. Tomando sorbos de agua, usando el pañuelo tosco y grandote<br />

que le pasó Flor, de pie al lado de la silla sobándole la cabeza.<br />

Cuando terminó, Flor y Sebastián se apartaron de su lado. Dijeron algo entre ellos.<br />

—Vamos a mandar a un compañero a que vea lo de tu casa —dijo Sebastián, y dirigiéndose a<br />

Flor —quédate vos con ella.<br />

—Dame las llaves de tu carro —dijo Sebastián.<br />

—Espérate —dijo <strong>La</strong>vinia—. No te vayas. Tengo que decir algo más. Felipe quiere que yo tome<br />

su lugar. Insistió. Dijo que yo conozco la casa. Que él confía en mí. Que yo debo hacerlo. Que yo<br />

debo tomar su lugar.<br />

—Bueno, bueno. Ya vamos a hablar de eso.<br />

—No. Yo tengo que hacerlo, Sebastián. Por favor. Felipe me lo pidió antes de morirse. Me dijo<br />

que insistiera.<br />

—Ya vamos a hablar de eso —dijo Sebastián, y salió sin darle tiempo de continuar.<br />

—Flor, por favor, vos tenés que ayudarme —dijo <strong>La</strong>vinia—, yo tengo que hacerlo. Yo conozco<br />

esa casa mejor que nadie.<br />

—Sí, sí. Cálmate. No te preocupes. Espera que venga Sebastián. El no ha dicho que no. Sólo que<br />

ahora hay que hacer otras cosas más urgentes. Toma más agua.<br />

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