Agresiones sexuales
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8. CONCLUSIONES<br />
triarcado. En estos discursos se reconoce que las mujeres, todas las mujeres, son susceptibles<br />
de sufrir una agresión sexual, en alguna de sus múltiples variantes, a lo largo de su<br />
vida. Da igual cuán empoderada o concienciada se esté, porque la agresión no se dirige<br />
a la conciencia, sino al cuerpo y a la imagen femenina.<br />
Pero sí importa cuán empoderada o concienciada se esté para responder y elaborar esta<br />
agresión. Los discursos de la rebeldía impiden que la agresión masculina se convierta en la<br />
vergüenza femenina.<br />
Los discursos feministas conectan con la rabia de las mujeres, aunque también recogen su<br />
miedo y su impotencia. Se construyen, además, con ingredientes analíticos sobre la situación<br />
de desigualdad de género, la subordinación femenina, la relación entre discriminación<br />
y violencia, el cuestionamiento al orden de género, al papel de la sexualidad en la<br />
subjetividad… De la integración de éstos y otros elementos emergen los enfoques que en el<br />
capítulo 5 hemos reseñado brevemente.<br />
Como también hemos apuntado en ese apartado, las nuevas formas de violencia obligan<br />
a nuevas respuestas desde una rebeldía más generalizada entre las mujeres y, sobre todo,<br />
desde una conciencia social distinta a la que existía hace más de 30 años, cuando surgieron<br />
las primeras organizaciones feministas.<br />
A lo largo de la investigación hemos constatado que en los grupos hay un rechazo unánime<br />
a las agresiones <strong>sexuales</strong>, por lo menos en sus manifestaciones más evidentes y violentas;<br />
por tanto, podemos concluir que los discursos de la rebeldía han dejado de ser potestad<br />
exclusiva del feminismo para ser abrazados por otros sectores de la población. En esta<br />
cooptación discursiva se han eliminado algunas claves, integrado otras preocupaciones y<br />
elaborado discursos de la justicia, discursos de la masculinidad cuestionada, discursos de<br />
la indignación y discursos de la responsabilidad.<br />
Todos ellos coexisten, a veces complementándose, a veces enfrentándose o recorriendo caminos<br />
paralelos. Todos ellos son expresiones de la elaboración social de uno de sus más<br />
viejos problemas: la violencia sexista. Las tensiones actuales en el abordaje del tema son<br />
evidentes y, como en todo fenómeno social, los consensos se construyen y las respuestas<br />
institucionales se adaptan a ellos.<br />
Hemos constatado que la energía feminista está disminuida en comparación con la que se<br />
desplegaba en la década de los 80 y que una parte de sus reflexiones se han convertido en<br />
políticas públicas —aunque las asociaciones no se reconozcan en los llamados a la denuncia<br />
como primera y/o única puerta para acceder a los recursos de apoyo, ni en el protagonismo<br />
exclusivo del sistema judicial o en la falta de coherencia en el sistema educativo—. Menos<br />
aún se identifican con la inacción o con la escasez de recursos destinados a la prevención.<br />
La relación entre las asociaciones feministas, las mujeres que han sufrido agresiones <strong>sexuales</strong><br />
y las instituciones, adquiere distintas formas. Las primeras proporcionan claves fundamentales<br />
para analizar las agresiones <strong>sexuales</strong>, las segundas las viven, las elaboran, las<br />
ocultan o las comparten; finalmente, las instituciones son las encargadas de dar apoyo desde<br />
sus propias concepciones y recursos.