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Agresiones sexuales

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AGRESIONES SEXUALES<br />

Como vemos, se analizan los efectos de las agresiones en las chicas mientras los chicos no<br />

aportan elementos de análisis sobre las consecuencias que les puede acarrear el agredir<br />

sexualmente a una mujer. Sólo los chicos organizados hacen alguna reflexión al respecto,<br />

pero referida a los resultados de una socialización que les impide expresar su propio miedo<br />

a la agresión y al uso forzado de la violencia.<br />

Las personas mayores, madres, padres, profesorado, tampoco aportan mucho al respecto.<br />

Hablan en general de lo que está mal en la conducta de los chicos, pero señalan inmediatamente<br />

lo que no les gusta de los comportamientos de ellas. De esta manera, el agresor<br />

pasa a un segundo plano ya que poco se piensa o se dice sobre él, no se le culpabiliza excesivamente<br />

en lo individual, se le ubica en un sistema de relaciones que le programa para<br />

eso… y poco más.<br />

El discurso, por tanto, sigue centrado en las consecuencias que una agresión real o la amenaza<br />

de sufrirla, tiene para las mujeres. Ellos, los agresores, se convierten en un misterio.<br />

Una de las chicas organizadas exclama con rabia al constatarlo: «No creo que la violencia<br />

sea esencial en el ser humano, ni en ellos, pero a ellos se les socializa en su uso y a nosotras<br />

se nos despoja de esa posibilidad. De manera que cuando ocurre, dejamos de hablar<br />

de ellos… Ya no es su agresión, es nuestra vergüenza» (G. chicas organizadas).<br />

6.1.4. Las calles, las noches… todavía no son nuestras<br />

Aunque ambas palabras, calle y noche, se mencionan en apenas dos y tres grupos de discusión<br />

de chicas respectivamente, aparecen en la reflexión de todos los grupos de chicas<br />

pero redefiniéndolas como el espacio y el tiempo de ocio y señalando que ése es el lugar<br />

privilegiado para sufrir las agresiones.<br />

Es increíble cómo se tiene asociado el espacio de ocio al miedo y la agresión, y a la vez, naturalizado.<br />

No se verbaliza como agresión. Las chicas con las que trabajamos comentan las<br />

estrategias que utilizan para protegerse: coger taxis, pasar corriendo por algunos sitios, etc.,<br />

pero niegan que tengan miedo (G. chicas organizadas).<br />

A pesar de todos los logros en cuanto a movilidad femenina, las chicas (organizadas o<br />

no, de 17 o 35 años, feministas o no…) reconocen que la calle, la noche y las fiestas no<br />

son todavía suyas, que tienen que pelearlas arduamente salida a salida, ganando un terreno<br />

que consideran hostil no sólo de palabra sino, sobre todo, de gestos. Las miradas,<br />

los roces «accidentales», los piropos no solicitados, la valoración sobre sus cuerpos que los<br />

chicos creen que deben agradecer, la limitación del espacio en los bares, en fin, el «baboseo»<br />

permanente de los chicos, caracteriza esos espacios de ocio.<br />

Aunque diga que yo me he quitado de ese lugar donde el patriarcado me pone, no quiero<br />

decir que no siga percibiendo violencia y miedo. Y creo que, además, en la medida en que<br />

tengo miedo, ya me han ganado la partida. Cuando sales de juerga, la violencia es constante,<br />

tenemos miedo de que nos violen. Los espacios no son mixtos, las fiestas no son nuestras,<br />

y esto debe quedar muy claro. Atraviesan nuestra forma de disfrutar. Yo ahí no soy flexible.<br />

Tengo mucha conciencia del miedo que percibo cuando me apetece sentirme libre por las no-<br />

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